Como cada domingo, este 9 de febrero, el papa Francisco ha acudido puntual a su cita con los fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro y con cuantos en todo el mundo sigue el rezo del ángelus. Antes de la oración mariana, sin embargo ha invitado a los presentes a reflexionar con dos imágenes extraídas del evangelio del día: la sal de la tierra y la luz del mundo (cf. Mt 5, 13.16). Un “lenguaje simbólico” con el que Jesús se dirige a sus discípulos y que ofrece a quienes “tienen la intención de seguirlo algunos criterios para vivir la presencia y el testimonio en el mundo“.
Al referirse a la sal, “elemento que da sabor y conserva los alimentos”, Francisco ha recordado que “el discípulo está llamado a mantener alejados de la sociedad los peligros, los gérmenes corrosivos que contaminan la vida de las personas”. Dicho de otro modo, “se trata de resistir al pecado y la degradación moral, testificar los valores de la honestidad y la fraternidad, sin ceder a las tentaciones mundanas del poder y la riqueza”, ha glosado el Pontífice.
Para el Papa, el discípulo es “sal” siempre que, “a pesar de lo fallos diarios, se levanta del polvo de sus errores, comenzando de nuevo con coraje y paciencia, todos los días, para buscar el diálogo y el encuentro con los demás“. Es “sal” también -ha añadido- el discípulo que “no busca el consenso y el aplauso, sino que se esfuerza por ser una presencia humilde y constructiva, en fidelidad a las enseñanzas de Jesús que vino al mundo no para ser servido, sino para servir”. “¡Y esta actitud es muy necesaria!”, ha insistido Bergoglio.
En cuanto a la segunda imagen, la de la luz, propuesta por Jesús a sus discípulos, Francisco ha destacado cómo esta “disipa la oscuridad y te permite ver”. “Jesús -ha reflexionado- es la luz que ha disipado las tinieblas, que aún permanecen en el mundo y en cada persona. Es tarea del cristiano, por tanto, dispersarlas haciendo brillar la luz de Cristo y proclamando su Evangelio“. Una irradiación que “puede derivarse de nuestras palabras, pero que sobre todo debe venir de nuestras ‘buenas obras'” (v. 16).
En este sentido, el Papa ha defendido que “un discípulo y una comunidad cristiana son luz del mundo cuando guían otros hacia Dios, ayudando a cada uno a experimentar su bondad y su misericordia. El discípulo de Jesús es luz cuando sabe cómo vivir su fe fuera de los espacios limitados, cuando contribuye a eliminar los prejuicios, las calumnias y a dejar que entre la luz de la verdad en situaciones viciadas por la hipocresía y la mentira“.
Todo ello quiere decir, según Bergoglio, que “Jesús nos invita a no tener miedo de vivir en el mundo, aunque veces nos encontremos con situaciones de conflicto y de pecado”. Invitación que concreta en la Iglesia, que “ante la violencia, la injusticia y la opresión, no puede encerrarse en sí misma ni esconderse en la seguridad de su propio recinto”. “No puede abandonar su misión de evangelización y servicio. La Iglesia se gasta con generosidad y ternura en los pequeños y los pobres, escucha el grito de los más pequeños y los excluidos, porque es consciente de ser una comunidad peregrina llamada a prolongar en la historia la presencia salvífica de Jesucristo”, ha concluido Francisco, antes de pedir a la Virgen que “nos ayude a ser sal y luz en medio de las personas”.
Tras el rezo del ángelus, el Pontífice ha aludido a la memoria litúrgica de santa Josefina Bakhita, celebrada ayer, 8 de febrero, Día Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas. Un “flagelo que explota a los más débiles” y cuya superación reclama el “necesario compromiso de todos: instituciones, asociaciones y agencias educativas”. En este punto, ha querido detenerse en la prevención de esta lacra, para apuntar cómo “diversas investigaciones muestran que las organizaciones criminales están utilizando cada vez más los modernos medios de comunicación para atraer a las víctimas con el engaño”. “Por lo tanto -ha advertido-, es necesario, por un lado, educar en el uso saludable de los medios tecnológicos y, por otro, supervisar y llamar a los proveedores de estos servicios telemáticos a sus responsabilidades”.
Sus últimas palabras se las ha dirigido Francisco al pueblo de Siria, de donde “siguen llegando noticias dolorosas, en particular sobre las condiciones de muchas mujeres y niños, de personas obligadas a huir debido a la escalada militar“. “Renuevo mi sincero llamamiento a la comunidad internacional y a todos los actores involucrados -ha pedido el Papa en su oración- para que utilicen los instrumentos diplomáticos, el diálogo y las negociaciones, de conformidad con el derecho internacional humanitario, para salvaguardar la vida y el destino de los civiles“.