En Puerto Leguízamo, al sur de Colombia, en el departamento de Putumayo, con los límites entre Perú y Ecuador, el mayor desafío es la educación, una educación que tome en cuenta la identidad de los pueblos indígenas. Así lo ha dicho el obispo de esta jurisdicción eclesial Joaquín Pinzón, misionero de la Consolata, quien además participó en el pasado Sínodo de la Amazonía y tuvo una importante intervención durante la 109ª Asamblea Plenaria del episcopado.
“Tenemos un modelo educativo, que es el que proponen para todo el país”, el cual “no toma en cuenta la identidad de los pueblos y su territorio, entonces cómo pensar en una educación más pertinente para ese contexto”.
A dos días de “Querida Amazonía”, la exhortación del papa Francisco, el prelado no ha dudado en afirmar que el plan pastoral del vicariato implementado desde 2013 contiene muchas de las propuestas “están en sintonía con el sínodo”.
El obispo señala que este plan pastoral que estructuró junto con sus agentes “concluye diciendo que queremos una iglesia con rostro amazónico”, por tanto “para nosotros no es una cosa totalmente novedosa, sino que es continuar un proceso que hemos iniciado de una Iglesia con identidad que acoge los diferentes pueblos y a las diferentes familias allí presentes”.
En esta región amazónica de Colombia son muchos los retos. Uno de los principales –según afirma Pinzón– es acompañar a las comunidades donde el narcotráfico prácticamente ha tomado todo. “No es solo una cuestión económica, sino que este flagelo cambia el modo de vivir”. Este cambio de paradigma criminal, comienza por el cambio del modelo de consumo, que cosifica al ser humano.
En este sentido, acota el obispo, “el dinero empieza a ser el valor fundamental y ahí se pierden valores los culturales, porque la propuesta del narcotráfico es una propuesta de dinero fácil en poco tiempo y contrarrestar este tipo de ofertas no es sencillo”.