Inés Zambrano, superiora general de las Misioneras de María Inmaculada de Santa Catalina de Siena (Lauritas), congregación fundada por Laura Montoya, primera santa colombiana, aguarda con mucha esperanza la exhortación del papa Francisco. “Creo que todos estamos entusiasmados y con ganas de comprometernos, pero ojalá no se quede en palabras”, ha expresado a Vida Nueva.
Aún mantiene intactos los recuerdos de su destacada participación, como madre sinodal, ante la asamblea donde ella fue merecedora de la ovación de la prensa, además de sus recurrentes encuentros y conversaciones con Francisco. La hermana conoce hasta el tuétano el trabajo con las comunidades indígenas, por ello “el sínodo de alguna manera nos hizo despertar y volver a las raíces carismáticas de nuestros fundadores” y “nos ha ayudado a reafirmar nuestras opciones”.
Rostro y corazón amazónicos
Esta ruta sinodal no es nueva: “Hace 30 años el papa Juan Pablo II, cuando visitó Ecuador, nos dijo ya es hora de una iglesia con rostro indígena”, desde entonces “los indígenas ampliaron ese pensamiento y no sólo con rostro, sino con corazón amazónico”.
Para la religiosa el gran compromiso de la Iglesia es “devolverle la palabra a los indígenas, lo que ellos dijeron, saber si fueron escuchados en el sínodo y qué es lo que el sínodo dijo frente a eso”.
Reconocer el trabajo de las mujeres
En cuanto a la propuesta de diaconado femenino, pese a los grandes desencuentros en materia, que se “ha dado un paso bien grande sobre todo en relación al compromiso y al papel de la mujer” y “me refiero a la mujer en general, no solamente la de la vida religiosa, sino a todas”.
No lo quita el sueño que aprueben o no el diaconado, tan solo asegura que “en ese caso si se da sería tan sólo reconocer y valorar el trabajo a lo largo de todos estos años en favor de sus comunidades”. Así de sencillo.
La religiosa ecuatoriana también asevera que muchos por desconocimiento de causa no comprenden estas propuestas, incluso “el propio Papa dijo que el documento quedó corto para reconocer todo el valioso aporte de las mujeres”, aunque algunos quieran admitir que va en contra de la doctrina cuando “en realidad “el papel de las mujeres es de hace años”.
Defendemos el celibato
Otro de los temas espinosos y que ha llevado mucha tinta es la ordenación de los viri probati. Al respecto ha asegurado que “no estábamos hablando de eso, de acabar con el celibato. Eso no es verdad, el propio Papa lo dijo, que daría su vida por defender el celibato”, por lo cual “se está valorando el compromiso de los diáconos, catequistas y líderes de las comunidades”.
Lamentablemente hay todavía gente que prefiere defender estructuras tradicionales –comenta la madre sinodal– en vez de fortalecer la fe de comunidades indígenas que llevan años sin recibir siquiera la eucaristía, porque no hay quien la administre.
“Pienso que es cuestión de mucho desconocimiento. Del que vive solo en el escritorio, qué otra cosa se puede esperar, en cambio quien se embarra, quien está junto al pueblo, conoce la realidad y son estos los que están haciendo nuevas propuestas junto con el Papa”, acota.