El tercer bloque de la exhortación ‘Querida Amazonía’ (de los puntos 41 al 60) lo dedica el papa Francisco a su “sueño ecológico”. “Liberar a los demás de sus esclavitudes –señala– implica ciertamente cuidar su ambiente y defenderlo, pero todavía más ayudar al corazón del hombre a abrirse confiadamente a aquel Dios que, no solo ha creado todo lo que existe, sino que también se nos ha dado a sí mismo en Jesucristo. El Señor, que primero cuida de nosotros, nos enseña a cuidar de nuestros hermanos y hermanas, y del ambiente que cada día Él nos regala. Esta es la primera ecología que necesitamos”.



Partiendo de la base de que “todo está conectado”, lo que “vale especialmente para un territorio como la Amazonía”, Bergoglio reclama a los indígenas que permanezcan en sus territorios, pues “son precisamente ellos quienes mejor los cuidan”. Para ello, es clave que “no se dejen atrapar por los cantos de sirena y por las ofertas interesadas de grupos de poder”.

Poetas contemplativos

En un “sueño hecho de agua”, queda claro que, “en la Amazonía, el agua es la reina, los ríos y arroyos son como venas y toda forma de vida está determinada por ella. (…) El agua deslumbra en el gran Amazonas, que recoge y vivifica todo a su alrededor”. “Los poetas populares –añade–, que se enamoraron de su inmensa belleza, han tratado de expresar lo que este río les hace sentir y la vida que él regala a su paso, en una danza de delfines, anacondas, árboles y canoas. Pero también lamentan los peligros que lo amenazan. Estos poetas, contemplativos y proféticos, nos ayudan a liberarnos del paradigma tecnocrático y consumista que destroza la naturaleza y que nos deja sin una existencia realmente digna”.

Para Bergoglio, “la poesía ayuda a expresar una dolorosa sensación que hoy muchos compartimos. La verdad insoslayable es que, en las actuales condiciones, con este modo de tratar a la Amazonía, tanta vida y tanta hermosura están ‘tomando el rumbo del fin’, aunque muchos quieran seguir creyendo que no pasa nada”.

Equilibrio planetario

“El interés de unas pocas empresas poderosas –denuncia sin ambages– no debería estar por encima del bien de la Amazonía y de la humanidad entera”. Y es que, como constata, “el equilibrio planetario depende también de la salud de la Amazonía”.

Para hacer frente a esta situación, el Papa reivindica que “es bueno articular los saberes ancestrales con los conocimientos técnicos contemporáneos, pero siempre procurando un manejo sustentable del territorio que al mismo tiempo preserve el estilo de vida y los sistemas de valores de los pobladores. A ellos, de manera especial a los pueblos originarios, corresponde recibir (además de la formación básica) la información completa y transparente de los proyectos, de su alcance, de sus efectos y riesgos, para poder relacionar esta información con sus intereses y con su propio conocimiento del lugar, y así poder dar o no su consentimiento, o bien proponer alternativas”.

límites infranqueables

Para ello urge un cambio cultural y la apuesta por “un sistema normativo que incluya límites infranqueables y asegure la protección de los ecosistemas”, pues la realidad es que “los más poderosos no se conforman nunca con las ganancias que obtienen”. Pero tampoco deja al margen a los ciudadanos, a los que les exige responsabilidad y adaptar hacia una mayor sencillez “nuestros estilos de vida, de producción y de consumo”.

“Aprendiendo de los pueblos originarios –enfatiza–, podemos contemplar la Amazonía y no solo analizarla, para reconocer ese misterio precioso que nos supera. Podemos amarla y no solo utilizarla, para que el amor despierte un interés hondo y sincero. Es más, podemos sentirnos íntimamente unidos a ella y no solo defenderla, y entonces la Amazonía se volverá nuestra como una madre”.

Clamor desgarrador

“El Padre Dios –profundiza–, que creó cada ser del universo con infinito amor, nos convoca a ser sus instrumentos en orden a escuchar el grito de la Amazonía. Si nosotros acudimos ante ese clamor desgarrador, podrá manifestarse que las creaturas de la Amazonía no han sido olvidadas por el Padre del cielo. (…) Los creyentes encontramos en la Amazonía un lugar teológico, un espacio donde Dios mismo se muestra y convoca a sus hijos”.

“Así –concluye Bergoglio–, podemos dar un paso más y recordar que una ecología integral no se conforma con ajustar cuestiones técnicas o con decisiones políticas, jurídicas y sociales. La gran ecología siempre incorpora un aspecto educativo que provoca el desarrollo de nuevos hábitos en las personas y en los grupos humanos. (…) No habrá una ecología sana y sustentable, capaz de transformar algo, si no cambian las personas, si no se las estimula a optar por otro estilo de vida, menos voraz, más sereno, más respetuoso, menos ansioso, más fraterno”.

Compartir
Noticias relacionadas










El Podcast de Vida Nueva