Un total de 111 puntos distribuidos en cuatro capítulos, a los que el papa Francisco se refiere como “sueños”. Así se presenta la exhortación postsinodal ‘Querida Amazonía’. Firmada el pasado 2 de febrero, el Pontífice reconoce que no desarrolla todas las cuestiones del ‘Documento final’ del Sínodo para la región Panamazónica. Jorge Mario Bergoglio espera que “toda la Iglesia se deje enriquecer e interpelar por ese trabajo” y que la Amazonía pueda “inspirar a otras regiones de la tierra frente a sus propios desafíos”.
Capítulo I: Un sueño social
1. En el punto 10, el Papa denuncia “las peores formas de esclavitud, de sometimiento y miseria” con los indígenas cuando emigran a las ciudades. “En estas ciudades, caracterizadas por una gran desigualdad, donde hoy habita la mayor parte de la población de la Amazonía, crecen también la xenofobia, la explotación sexual y el tráfico de personas. Por eso el grito de la Amazonía no brota solamente del corazón de las selvas, sino también desde el interior de sus ciudades”, insiste.
2. “A los emprendimientos, nacionales o internacionales, que dañan la Amazonía y no respetan el derecho de los pueblos originarios al territorio y a su demarcación, a la autodeterminación y al consentimiento previo, hay que ponerles los nombres que les corresponde: injusticia y crimen. Cuando algunas empresas sedientas de rédito fácil se apropian de los territorios y llegan a privatizar hasta el agua potable, o cuando las autoridades dan vía libre a las madereras, a proyectos mineros o petroleros y a otras actividades que arrasan las selvas y contaminan el ambiente, se transforman indebidamente las relaciones económicas y se convierten en un instrumento que mata. Se suele acudir a recursos alejados de toda ética, como penalizar las protestas e incluso quitar la vida a los indígenas que se oponen a los proyectos, provocar intencionalmente incendios forestales, o sobornar a políticos y a los mismos indígenas”, denuncia en el punto 14.
3. En el punto 19, el Papa pide perdón a los pueblos originarios, ya que “no podemos negar que el trigo se mezcló con la cizaña y que no siempre los misioneros estuvieron del lado de los oprimidos, me avergüenzo”. “En el momento actual la Iglesia no puede estar menos comprometida, y está llamada a escuchar los clamores de los pueblos amazónicos”, añade. Del mismo modo, en el punto 25 reconoce que “miembros de la Iglesia han sido parte de las redes de corrupción, a veces hasta el punto de aceptar guardar silencio a cambio de ayudas económicas para las obras eclesiales”.
Capítulo II: Un sueño cultural
4. En el punto 28, el Papa invita a promover la Amazonía, pero aclara que “esto no implica colonizarla culturalmente sino ayudar a que ella misma saque lo mejor de sí. Ese es el sentido de la mejor tarea educativa: cultivar sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad, promover sin invadir. Así como hay potencialidades en la naturaleza que podrían perderse para siempre, lo mismo puede ocurrir con culturas que tienen un mensaje todavía no escuchado y que hoy están amenazadas más que nunca”.
5. “Los distintos grupos, en una síntesis vital con su entorno, desarrollan un modo propio de sabiduría”, reconoce Francisco en el punto 32. Por ello, “quienes observamos desde afuera deberíamos evitar generalizaciones injustas, discursos simplistas o conclusiones hechas solo a partir de nuestras propias estructuras mentales y experiencias”, recalca.
Capítulo III: Un sueño ecológico
6. “Aprendiendo de los pueblos originarios podemos contemplar la Amazonía y no solo analizarla, para reconocer ese misterio precioso que nos supera. Podemos amarla y no solo utilizarla, para que el amor despierte un interés hondo y sincero. Es más, podemos sentirnos íntimamente unidos a ella y no solo defenderla, y entonces la Amazonía se volverá nuestra como una madre”, explica en el punto 55.
Capítulo IV: Un sueño eclesial
7. “El riesgo de los evangelizadores que llegan a un lugar es creer que no solo deben comunicar el Evangelio sino también la cultura en la cual ellos han crecido, olvidando que no se trata de ‘imponer una determinada forma cultural, por más bella y antigua que sea’. Hace falta aceptar con valentía la novedad del Espíritu capaz de crear siempre algo nuevo con el tesoro inagotable de Jesucristo, porque ‘la inculturación coloca a la Iglesia en un camino difícil, pero necesario’. No temamos, no le cortemos las alas al Espíritu Santo”, dice el Papa en el punto 69.
8. “Es posible recoger de alguna manera un símbolo indígena sin calificarlo necesariamente de idolatría. Un mito cargado de sentido espiritual puede ser aprovechado, y no siempre considerado un error pagano. Algunas fiestas religiosas contienen un significado sagrado y son espacios de reencuentro y de fraternidad, aunque se requiera un lento proceso de purificación o de maduración. Un misionero de alma trata de descubrir qué inquietudes legítimas buscan un cauce en manifestaciones religiosas a veces imperfectas, parciales o equivocadas, e intenta responder desde una espiritualidad inculturada”, señala el Papa en el punto 79.
9. Francisco pide, en el punto 82, “recoger en la liturgia muchos elementos propios de la experiencia de los indígenas en su íntimo contacto con la naturaleza y estimular expresiones autóctonas en cantos, danzas, ritos, gestos y símbolos. Ya el Concilio Vaticano II había pedido este esfuerzo de inculturación de la liturgia en los pueblos indígenas, pero han pasado más de cincuenta años y hemos avanzado poco en esta línea”.
10. “El modo de configurar la vida y el ejercicio del ministerio de los sacerdotes no es monolítico, y adquiere diversos matices en distintos lugares de la tierra. Por eso es importante determinar qué es lo más específico del sacerdote, aquello que no puede ser delegado. La respuesta está en el sacramento del Orden sagrado, que lo configura con Cristo sacerdote. Y la primera conclusión es que ese carácter exclusivo recibido en el Orden, lo capacita solo a él para presidir la Eucaristía. Esa es su función específica, principal e indelegable”, explica el Papa en el punto 87 apoyándose en Juan Pablo II.
11. En las circunstancias específicas de la Amazonía, de manera especial en sus selvas y lugares más remotos, hay que encontrar un modo de asegurar ese ministerio sacerdotal. Los laicos podrán anunciar la Palabra, enseñar, organizar sus comunidades, celebrar algunos sacramentos, buscar distintos cauces para la piedad popular y desarrollar la multitud de dones que el Espíritu derrama en ellos. Pero necesitan la celebración de la Eucaristía porque ella ‘hace la Iglesia’. Si de verdad creemos que esto es así, es urgente evitar que los pueblos amazónicos estén privados de ese alimento de vida nueva y del sacramento del perdón”, explica en el punto 89 recordando el papel de los laicos.
12. Sobre la “acuciante necesidad” de sacerdotes, exhorta en el punto 90 “a todos los obispos, en especial a los de América Latina, no solo a promover la oración por las vocaciones sacerdotales, sino también a ser más generosos, orientando a los que muestran vocación misionera para que opten por la Amazonia. Al mismo tiempo, conviene revisar a fondo la estructura y el contenido tanto de la formación inicial como de la formación permanente de los presbíteros, para que adquieran las actitudes y capacidades que requiere el diálogo con las culturas amazónicas. Esta formación debe ser eminentemente pastoral y favorecer el desarrollo de la misericordia sacerdotal”.
13. Pese a que se necesiten sacerdotes, Jorge Mario Bergoglio hace hincapié en el punto 92 que “esto no excluye que ordinariamente los diáconos permanentes —que deberían ser muchos más en la Amazonia—, las religiosas y los mismos laicos asuman responsabilidades importantes para el crecimiento de las comunidades y que maduren en el ejercicio de esas funciones gracias a un acompañamiento adecuado”. “Entonces no se trata sólo de facilitar una mayor presencia de ministros ordenados que puedan celebrar la Eucaristía. Este sería un objetivo muy limitado si no intentamos también provocar una nueva vida en las comunidades. Necesitamos promover el encuentro con la Palabra y la maduración en la santidad a través de variados servicios laicales, que suponen un proceso de preparación —bíblica, doctrinal, espiritual y práctica— y diversos caminos de formación permanente”, añade en el punto 93.
14. “Una Iglesia con rostros amazónicos requiere la presencia estable de líderes laicos maduros y dotados de autoridad, que conozcan las lenguas, las culturas, la experiencia espiritual y el modo de vivir en comunidad de cada lugar, al mismo tiempo que dejan espacio a la multiplicidad de dones que el Espíritu Santo siembra en todos. Porque allí donde hay una necesidad peculiar, Él ya ha derramado carismas que permitan darle una respuesta. Ello supone en la Iglesia una capacidad para dar lugar a la audacia del Espíritu, para confiar y concretamente para permitir el desarrollo de una cultura eclesial propia, marcadamente laical. Los desafíos de la Amazonia exigen a la Iglesia un esfuerzo especial por lograr una presencia capilar que sólo es posible con un contundente protagonismo de los laicos”, dice en el punto 94.
15. En el punto 97, el Papa agradece el trabajo de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) y “otras asociaciones, con el objetivo de consolidar lo que ya pedía Aparecida: ‘establecer, entre las Iglesias locales de diversos países sudamericanos, que están en la cuenca amazónica, una pastoral de conjunto con prioridades diferenciadas’. Esto vale especialmente para la relación entre las Iglesias fronterizas”.
16. En el punto 98, Francisco recuerda que “no siempre podemos pensar proyectos para comunidades estables, porque en la Amazonía hay una gran movilidad interna, una constante migración muchas veces pendular. Por ello hay que pensar en equipos misioneros itinerantes”.
17. El Papa hace hincapié en el papel de la mujer en el punto 99. “En la Amazonía hay comunidades que se han sostenido y han transmitido la fe durante mucho tiempo sin que algún sacerdote pasara por allí, aun durante décadas. Esto ocurrió gracias a la presencia de mujeres fuertes y generosas: bautizadoras, catequistas, rezadoras, misioneras, ciertamente llamadas e impulsadas por el Espíritu Santo. Durante siglos las mujeres mantuvieron a la Iglesia en pie en esos lugares con admirable entrega y ardiente fe”, sostiene.
18. Sobre la mujer, en el punto 100, invita a “expandir la mirada para evitar reducir nuestra comprensión de la Iglesia a estructuras funcionales. Ese reduccionismo nos llevaría a pensar que se otorgaría a las mujeres un status y una participación mayor en la Iglesia solo si se les diera acceso al Orden sagrado. Pero esta mirada en realidad limitaría las perspectivas, nos orientaría a clericalizar a las mujeres, disminuiría el gran valor de lo que ellas ya han dado y provocaría sutilmente un empobrecimiento de su aporte indispensable”.
19. También sobre la mujer, que “desempeñan un papel central en las comunidades amazónicas, deberían poder acceder a funciones e incluso a servicios eclesiales que no requieren el Orden sagrado y permitan expresar mejor su lugar propio”, argumenta en el punto 103. “Cabe recordar que estos servicios implican una estabilidad, un reconocimiento público y el envío por parte del obispo. Esto da lugar también a que las mujeres tengan una incidencia real y efectiva en la organización, en las decisiones más importantes y en la guía de las comunidades, pero sin dejar de hacerlo con el estilo propio de su impronta femenina”, continúa.
20. “En una Amazonía plurirreligiosa, los creyentes necesitamos encontrar espacios para conversar y para actuar juntos por el bien común y la promoción de los más pobres. No se trata de que todos seamos más ‘light’ o de que escondamos las convicciones propias que nos apasionan para poder encontrarnos con otros que piensan distinto. Si uno cree que el Espíritu Santo puede actuar en el diferente, entonces intentará dejarse enriquecer con esa luz, pero la acogerá desde el seno de sus propias convicciones y de su propia identidad. Porque mientras más profunda, sólida y rica es una identidad, más tendrá para enriquecer a los otros con su aporte específico”, comenta en el punto 106.