Pertenece a la sexta generación de una de las sagas de cómicos más conocidos del país. Además de actriz, ahora también es productora teatral y está de gira con dos obras del gran Antonio Ozores. Adora a los animales, por eso vive con varios perros y gatos. Compartir un café con ella significa pasar de la sonrisa a la carcajada en cuestión de segundos con las anécdotas imposibles de su padre.
PREGUNTA.- Primero de todo, ¿en qué está trabajando ahora?
RESPUESTA.- Estamos de gira con dos obras: ‘¡El último que apague la luz!’ –que fue Premio Nacional a la Mejor Comedia en 2010– y ‘¡Mírate en el espejo!’. Ambas son de mi padre, y, esta última, la ha dirigido a control remoto desde el cielo, porque tengo un vídeo de marzo de 2010 en el que se le ve dirigiéndola en el Teatro Arlequín y ha sido mi tutorial; he seguido sus enseñanzas en diferido de su última dirección. Incluso él decidió cuáles iban a ser los efectos de sonido, de los que hay más de cuarenta en la obra.
P.- Dicen los críticos que no es solo el legado teatral del genial Antonio Ozores…
R.- Pues sí, también es un canto de amor a la generación del humor y a una España cómica. Están escritas con mucho ingenio, talento y sentido del humor. En ‘¡Mírate en el espejo!’ está el lienzo moderno de la democracia, de la Transición y de la memoria viva de nuestra intrahistoria familiar y surrealista. Vamos, un sainete social. Una crítica solapada pero bajo el prisma del humor.
P.- ¿Existe un gen del humor?
R.– Más bien, creo que hay una educación en el humor. Eso me lo inculcó mi padre y me ayuda en los momentos difíciles y, en los buenos, hace que sean mucho mejores. El humor es una filosofía de vida.
P.- ¿Cuál es la anécdota más surrealista que tiene con su padre?
R.- Todos los días, todos los momentos, no puedo tener uno en concreto. Siempre era él y siempre estaba de broma. Me decía que yo era muy buen público porque me mondaba de risa cuando decía algo o ensayaba delante de mí. Yo se lo entendía todo porque, como decía: éramos un solo cerebro con dos cuerpos. (…)