El pasado 16 de febrero, en la alcaldía Tláhuac –Diócesis de Xochimilco– fue hallado en bolsas de basura el cuerpo sin vida de Fátima Cecilia, niña que había sido reportada como desaparecida en la localidad de Tulyehualco, alcaldía de Xochimilco, Ciudad de México.
La trágica historia que ha consternado a México, empezó el 11 de febrero cuando la madre de la pequeña de siete años se retrasó para recogerla en la escuela, y una mujer desconocida se la llevó. Cinco días después, el cuerpo fue encontrado con huellas de tortura.
“Como Pastor y Obispo de esta zona de la Ciudad de México donde se ha verificado tan inhumano suceso, elevo mis oraciones por Fátima y sus familiares (…) y pido a todos mis sacerdotes y fieles laicos a que eleven súplicas y oraciones por esta intención y, de ser posible, ofrezcan la Santa Misa, la cual actualiza el misterio de Cristo vencedor de la muerte y único capaz de dar el consuelo a quienes lloran a Fátima”, señaló a través de un comunicado Andrés Vargas Peña.
El obispo de la recién creada diócesis aseguró que la muerte de cualquier persona es sin duda un acontecimiento doloroso, pero el dolor crece ante la muerte de esta pequeña al saber que fue fruto de la “bárbara e injustificable violencia”.
Vargas Peña se unió a la voz de quienes piden justicia para Fátima y para tantas víctimas de la violencia, “pues toda vida humana tiene un valor incalculable y por lo mismo, debe ser protegida de todo aquello que la denigre o desprecie”.
Confió que las autoridades civiles harán lo que les corresponde, y pidió a los fieles no acostumbrarse al “cotidiano clima de violencia que se esparce por doquier y que no respeta edades ni cualquier tipo de condición, ni tampoco abonemos a él con más violencia”.
Por su parte, en otro comunicado, la Arquidiócesis de México, encabezada por el cardenal Carlos Aguiar Retes, hizo un llamado a las autoridades para que “estos crímenes no queden impunes y se aplique la justicia”.
El arzobispado se comprometió a “fortalecer las acciones pastorales para contribuir e impulsar en la sociedad un ambiente de respeto a la dignidad de toda persona, al fortalecimiento de las familias y a la educación para la paz y la justicia”.
Afirmó que “la Iglesia Católica es consciente que estos hechos provocan miedo, enojo y desesperanza entre la población, y se une al pesar que vive la Ciudad de México, además de manifestar su enérgica condena por estos crímenes”.
La Arquidiócesis de México elevó sus oraciones por Fátima, y expresó su convicción en la importancia de la protección de “la familia como el lugar privilegiado para la educación y la transmisión de valores esenciales, entre ellos, el respeto por el prójimo, como el Evangelio de Cristo lo enseña”.