“Desde que conocí al ‘santo alcalde’ de Florencia, Giorgio La Pira, el Mediterráneo ha comenzado al corazón. Hace dos años, comencé a sentir dentro de mí el sufrimiento incontenible del ‘Mare Nostrum’, reducido a la tumba de miles de hermanos”. Con estas palabras ha comenzado el cardenal Gualtiero Bassetti, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, la conferencia de apertura del encuentro ‘Mediterráneo, una frontera de paz’, que se celebra en Bari hasta el próximo 23 de febrero.
Este encuentro reunirá en la ciudad italiana a obispos y representantes de la Iglesia católica en los distintos países del Mediterráneo, para abordar la situación en la que se encuentra. Unas jornadas, además, que contarán el próximo sábado con la presencia del papa Francisco y que están pensadas con el objetivo de “expresar nuestra forma más auténtica de vivir y ser Iglesia, lo que da voz a las dificultades y preguntas de los pueblos que miran al Mediterráneo, en un momento que para muchos de ellos es realmente dramático”. Del mismo modo, tal como recoge L’Osservatore Romano, “es un encuentro fraterno, un escenario en un camino más amplio”, así como “una iniciativa que nos llama a dar la bienvenida a lo que el Espíritu Santo podrá provocar en una reflexión y discusión que, estamos seguros, sucederá francamente”.
“La pertenencia mediterránea común de nuestras Iglesias y la riqueza de nuestras tradiciones nos muestran una vocación común en el respeto y la apreciación de la diversidad”, ha continuado Bassetti. Una vocación que “nos remite al ser profundo de la Iglesia”, es decir, “ser Iglesias que vuelven constantemente a las fuentes de la fe, transmitiendo la belleza y la alegría del Resucitado a los jóvenes y las generaciones futuras; ser Iglesias de las Bienaventuranzas, cuidadosas de hacer germinar una nueva cultura del Mediterráneo, que solo puede ser una cultura de encuentro y hospitalidad; y ser “Iglesias de los mártires del Mediterráneo” que saben reconocer los signos de los tiempos y son capaces de dialogar para desarmar todo uso blasfemo del nombre de Dios en el odio de su hermano”.
Más que un “buen propósito”
Bassetti ha señalado que, en sus viajes por los países del Mediterráneo, ha podido ser testigo del “sufrimiento, la injusticia y la indiferencia”. Un contexto en el que, como Iglesia, “estamos llamados a vivir nuestra vocación común para una cultura de encuentro y paz en el Mediterráneo”. Esta vocación no puede estar destinada a “seguir siendo un simple buen propósito, sino que es la única posibilidad realista de bienestar y prosperidad de nuestros pueblos, la única forma de garantizar su supervivencia”. Y es que, como ha señalado el purpurado, “en la era de los drones y las bombas nucleares, en la era en la que por primera vez nos vemos obligados a lidiar con el hecho de que los recursos de la tierra no son infinitos y en el que la ciencia y la tecnología han conectado el mundo al poner al hombre en posición de destruir o salvar el planeta, no hay alternativa a la resolución pacífica de conflictos y la colaboración”.
“Especialmente en la cuenca mediterránea, donde convergen las tensiones y los conflictos del mundo entero, la alternativa a la paz es el riesgo de un caos incontrolado”, ha subrayado. Por ello, ha criticado que la comunidad internacional y las organizaciones supranacionales “apenas” están siendo capaces de “manejar las crisis humanitarias resultantes, a menudo tolerando violaciones de los derechos humanos”. Por este motivo, ha animado a los presentes a “exigir que las controversias internacionales se aborden y resuelvan en el marco de la ley, el bien común y una acción más fuerte, más funcional e incisiva de las Naciones Unidas”.
“Tampoco debemos olvidar, queridos hermanos”, ha apostillado, “que el muro que divide a los pueblos es sobre todo un muro económico y de intereses”. Así, el cardenal ha señalado que existe “una frontera invisible en el Mediterráneo que separa a los pueblos de la miseria de los del bienestar, y no importa si de este lado y más allá de esta frontera hay minorías empobrecidas muy ricas y en crecimiento”. “La promesa de desarrollo de los pueblos que han surgido de los injustos sistemas coloniales del siglo pasado ha sido traicionada, mientras que las capacidades de los estados más ricos para llevar a cabo políticas sociales inclusivas se reducen”, ha subrayado.
Diálogo interreligioso
Asimismo, ha apuntado que “existe un vínculo inseparable entre la pobreza y la inestabilidad”, ya que “no puede haber paz sin mejorar la vida en las zonas deprimidas del Mediterráneo y en África subsahariana, no puede haber desarrollo sostenible sin cambiar las reglas que subyacen a una economía de la iniquidad que mata”. Del mismo modo, tampoco puede detenerse la crisis migratoria y humanitaria “sin el derecho a permanecer en su tierra natal para construir un futuro mejor para ellos y sus familias, y sin que este derecho se restaure a todos los hombres y mujeres, ciudadanos del mundo, también para moverse”.
Por todo ello, Bassetti ha señalado que las Iglesias del Mediterráneo son diferentes no solo por sus raíces culturales, sino también por las “condiciones concretas en las que habitan”. Sin embargo, todas ellas comparten “el emocionante desafío de transmitir el Evangelio”. “Hay entre nosotros iglesias que conocen un aumento en el número de fieles conectados con el fenómeno de la migración; y hay iglesias que subsisten como minorías, pequeñas semillas, en medio de poblaciones islámicas”. Es sobre todo a estas Iglesias, como ha apuntado Bassetti, a quienes se debe, “por su mediación y la sangre de sus mártires”, la “más profunda anticipación y recepción de la doctrina conciliar sobre el diálogo interreligioso con el Islam”.
“El diálogo entre las religiones abrahámicas, a su vez, ayuda a sentar las bases de un nuevo concepto de ciudadanía para enfrentar los desafíos de la globalización en el tercer milenio”, ha apostillado, señalando el Documento sobre la Hermandad Humana, firmado entre el papa Francisco y el gran imán de al-Azhar, como un “acto profético con su amistad”. “Este es el cambio de época al que estamos llamados a enfrentarnos: la responsabilidad de ser promotores de esa conversión pastoral y misionera de la cual, en muchos lugares del antiguo cristianismo, la permanencia de una presencia significativa de la Iglesia depende de nosotros”, ha añadido, animando a los presentes a ayudarse unos a otros, “parresía evangélica, a asumir la tarea a la que el Espíritu Santo nos llama hoy”.