Lo que no se nombra no existe. La palabra aporofobia, entendida como rechazo al pobre y acuñada en la década de los noventa por la filósofa española Adela Cortina, está en el Diccionario de la lengua española desde 2017, cuando también fue elegida como palabra del año por la Fundación del Español Urgente. La repercusión mediática catapultó el término al lenguaje cotidiano y lo convirtió en uno de los vocablos más potentes de los últimos años. Sirvió para dar cuerpo a una realidad que sin nombre seguiría siendo invisible. Fue la primera batalla ganada de una guerra, la lucha contra la pobreza, en la que aún queda mucho camino por recorrer.
“Tenemos ya la palabra: aporofobia. Ahora nos queda otra tarea que hacer: acabar con ella”. dice Adela Cortina ante un auditorio a rebosar en la sala Dalí del Instituto Cervantes de Roma. La filósofa y catedrática de la Universidad de Valencia inauguró este jueves, en la capital italiana, con una minuciosa reflexión sobre el fin de la pobreza, un ciclo de Diálogos sobre los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por todos los países miembros de las Naciones Unidas. “Acabar con la pobreza no es una utopía, es una obligación, un deber moral”, observó. Y recalcó que los seres humanos tienen el derecho reconocido a no ser pobres. “De ahí surge nuestra obligación con la pobreza, no es una ilusión, no es un sueño, es un deber de nuestras sociedades”, apuntó.
En una conversación con el público, conducida por la periodista Silvina Pérez, responsable de la edición en español de L’Osservatore Romano, Cortina lamentó que mucha gente siga sufriendo la pobreza –más de 1.300 millones de personas según Naciones Unidas e independientemente de su nivel de ingresos- a pesar de que haya “medios suficientes” para acabar con ella. Según la pensadora, poner fin a la miseria es también una cuestión de justicia, que necesariamente tiene que implicar al poder político. “La solidaridad es muy valiosa y la compasión es muy importante pero la justicia es fundamental. La justicia se exige, mientras que a la felicidad se invita”, señaló. Y añadió: “Es el poder político el que tiene que poner las condiciones de justicia para que la gente pueda llevar adelante sus planes de vida”.
Cortina también subrayó que uno de los principales objetivos del desarrollo sostenible es “crear alianzas entre el poder político, el poder económico y el poder ciudadano para conseguir poner en marcha una compasión que no solo esté presente en la vía privada sino en la vía publica”.
Según la filósofa, una de las recetas clave para combatir la pobreza y alumbrar una sociedad cosmopolita en la que todos sean tratados con la dignidad que se merecen radica en atajar las desigualdades. “Si nos acostumbramos a una vida igualitaria, a instituciones igualitarias, la aporofobia también retrocede, se desactiva. Hay que tender hacia sistemas económicos y políticos que traten a todos cada vez más por igual”, zanjó.
Desde la céntrica Plaza Navona, ante una sala repleta de público heterogéneo, Cortina, primera mujer que accedió a la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas, en 2008, abrió también el debate sobre la necesidad de reconocer la aporofobia como un delito de odio, al igual que la xenofobia o el racismo. “El Derecho tiene una misión comunicativa, comunica qué es lo que una sociedad no da por bueno y cuando una sociedad reprueba ciertas actuaciones, está determinando que eso no les parece aceptable”, señaló. Y apuntó: “Además así se prepara mejor a la policía para que atienda a las víctimas, para que pueda prevenir, porque la víctima se siente tan débil que ni siquiera denuncia, piensa que nadie la va a tener en cuenta, que nadie la va a hacer caso”.
La aporafobia y la xenofobia son fenómenos universales enraizados en la fisiología humana y que están presente en todas las culturas desde hace milenios, desde que el cerebro del hombre comenzó a evolucionar. Por una cuestión de supervivencia, el ser humano tiene tendencia a estar con los que son parecidos a él y a excluir al diferente. Muchos movimientos nacionalistas y populistas se alimentan de este mecanismo. “Refuerzan a los suyos entre sí y tratan de expulsar al extranjero; dicen ‘nosotros somos los primeros y los demás se quedan fuera’. Están siguiendo esos mecanismos ancestrales”, señaló Cortina. “No es inteligente ni racional desalojar a todos los demás del mercado, cuando alguien lo hace está generando adversarios y no aliados”, añadió.
Para combatir esta lacra, Cortina anima a trabajar la esperanza, a “dar razones para que se pueda esperar que las cosas puedan ir a mejor”. Lo tiene claro: “si ponemos de nuestra parte, si nos lo tomamos en serio, podemos conseguirlo, porque afortunadamente cada vez tenemos mas conciencia de ello”. Cuando mira al futuro, deja abierta la puerta a la reflexión: “¿Qué pasará? Depende de lo que hagamos”, dice.