Tres días encapsulados para aplicar la primera experiencia sinodal que involucra a toda la Iglesia española. Del 14 al 16 de febrero. En el Pabellón de Cristal de la madrileña Casa de Campo. Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos. Sin discriminación o privilegio por la acreditación vocacional colgada al cuello. Ni a la hora de buscar silla en una ponencia, ni a la hora de tomar la palabra en un grupo de reflexión… El pastor, entre su rebaño. Para configurar el Congreso Nacional de Laicos. El lema: ‘Pueblo de Dios en salida’.
Cerca de dos mil enviados por sus diócesis, familias carismásticas, movimientos, asociaciones y realidades eclesiásticas de todo cuño. El perfil del congresista: variado, con zapato gastado y fe trabajada. No llegaban como paracaidistas. Delegados con un ‘Instrumentum laboris’ trabajado bajo el brazo y el compromiso de ser vaso comunicante de ida y vuelta, para ser portavoces del sentir de su gente y retornar a su lugar de origen con el encargo de aplicar lo allí vivido.
Todo el pantone eclesial convocado a iniciativa de la Conferencia Episcopal, con el plácet del cardenal Blázquez, el impulso del secretario general, Luis Argüello, y el visto bueno del prelado de los seglares, Javier Salinas. Pero, sobre todo, con la coordinación de un Raúl Tinajero que, desde que recibió el encargo de hacer realidad esta cita, la concibió a golpe de equipo, con dos comisiones de contenidos y organización.
Pluralidad en la diversidad en el núcleo duro, que se trasladaría a un evento sin favoritos ni excluidos. Una memoria difusa obliga a remontarse quince años atrás para encontrar una convocatoria similar sobre el apostolado seglar, que se ideó con buenas intenciones, pero que acabó en la dinámica del ‘un elegido habla y los demás acatan’. Esta vez, el sueño no se truncaría.
Mensaje del Papa
Viernes por la tarde. Sesión de apertura. Con impronta femenina. La de una voz en off para una puesta en escena que anuncia un renovado Pentecostés. La de la mayoría de los testimonios a pie de obra recogidos en un vídeo que repasaba cómo se mojan los laicos de norte a sur, sin historias vitales estrambóticas. La de María Ángeles Fernández, conductora del evento hasta el domingo.
Ella dio paso a un listado de hombres que coparían la jornada de estreno. Primero, el nuncio Bernardito Auza, con un mensaje del Papa bajo el brazo. Nada protocolario. Alerta para evitar las ‘tentaciones’ del laico en la Iglesia: “El clericalismo, que es una plaga y los encierra en la sacristía, como también la competitividad y el carrerismo eclesial, la rigidez y la negatividad…, que asfixian lo específico de su llamada a la santidad en el mundo actual”.
Unido a esto, Francisco marcaba el objetivo del postcongreso: “No tengan miedo de patear las calles, de tocar las heridas de nuestra gente”.
Voces eclesiales
Desde Roma se desplazó el prefecto para el laicado, Kevin Farrell, para señalar que la apuesta por los seglares no es una moda de Bergoglio, sino que se trata de “volver a la pureza de los orígenes del cristianismo, que se caracterizó por la presencia de los fieles laicos”. Y, como si de un laico se tratara, se sumó a la reivindicación de “la plena participación en la vida y la misión de la Iglesia a la hora de evangelizar, gobernar y en el ámbito social”.
Como anfitrión, Carlos Osoro. El cardenal arzobispo de Madrid fue más allá, al reclamar a los participantes que el día después del Congreso estén presentes “en los caminos que transitan los hombres y mujeres de hoy sin miedo, cerca de los excluidos”. “No dejemos al margen absolutamente a nadie”, entonó, a la vez que desafió a quienes tenía enfrente: “Tengamos el atrevimiento de tener sueños importantes”.
Por su parte, Blázquez deseó que el Congreso se convirtiera en “una irradiación en nuestras diócesis de Pentecostés, que vence los medios y saca a las personas abriendo las puertas para anunciar el Evangelio”. No andaba mal encaminado, máxime cuando aconsejó “escucha recíproca para elaborar líneas de actuación”.
Seglares por vocación
Entre las mitras, se coló el portavoz del equipo coordinador del Congreso. Isaac Martín, delegado de Apostolado Seglar de Toledo, arrancó la primera ovación espontánea del respetable. ¿El motivo? Esta frase: “No somos seglares por defecto, porque Dios no nos haya llamado a ser sacerdotes ni religiosos o religiosas; somos seglares por propia vocación, porque Dios nos quiere así, en coherencia con la llamada transmitida el día de nuestro bautismo”.
Para su puesta de largo, una presentación a dos voces para aglutinar las inquietudes de tantos y tantas. Una laica y un prelado conversando de tú a tú. Sin protocolos ni capisayos. Corresponsabilidad verbal y real. La periodista malagueña Ana Medina y el obispo auxiliar de Barcelona, Toni Vadell. Creatividad, frescura del lenguaje y buen humor. Cargados de titulares: “Nuestra vocación es una película de acción y los laicos somos los protagonistas, no somos actores de reparto”.