Ramón Mirada: “Me enamoré de Dios cuando un sacerdote me mostró a un Jesús leproso”

El sacerdote diocesano explica a Vida Nueva su experiencia de conversión, que ahora refleja en el libro ‘Me enamoré de un leproso’

Ramón Mirada: “Me enamoré de Dios cuando un sacerdote me mostró a un Jesús leproso”

Comenzó con una entrevista en el programa ‘Hay mucha gente buena’ de Radio María, donde se exponen testimonios de gente que ha tenido un reencuentro con su fe. Tuvo mucha acogida, y de ahí salió una entrevista para Mater Mundi TV. Y, nuevamente, gracias a la buena acogida que tuvo su testimonio, duro pero esperanzador, surgió hacer el libro ‘Me enamoré de un leproso’ (Nueva Eva), que se presenta esta tarde en la parroquia de San José Obrero (Getafe), con la presencia del obispo, Ginés García Beltrán.

En el texto, el sacerdote diocesano Ramón Mirada –’Pachús’, como le llaman con cariño– narra una vida de sufrimiento y de conversión, en la que encontró a Cristo justo al tocar fondo. Por eso, esta historia la considera más de Dios que de él mismo. Tanto, que en su conversación con Vida Nueva lo primero que subraya es que no le gusta ser el centro de atención, pues “es el Señor quien debe serlo”.

PREGUNTA.- El título ‘Me enamoré de un leproso’ tiene una gran carga emocional, ¿cómo refleja su historia?

RESPUESTA.- El libro habla de mí. Era una persona que, hasta los 17 años, estuve metido en delincuencia, en drogas… Aunque había tenido una educación religiosa, es verdad que me había separado de la Iglesia porque pensaba que Dios no cumplía con las expectativas que tenía yo. No me había hecho como yo quería que me hiciera. Todo eso me separó, hasta el punto en el que, cuando estaba ya al borde de la desesperación, mi madre me llevó a confesarme. Y me encontré con un sacerdote que me miró con muchísimo cariño, cuando yo pensaba que no se podía sentir cariño hacia mí. Me sentía como un leproso al que nadie podía querer, porque estaba lleno de pecados y de juicios. Y claro, él me presentó a un Jesús que era también un “leproso”, de ahí el título del libro. Me enamoré en seguida, porque dije, “Dios mío, tú también eres así. Te has mostrado en la cruz para coger todos mis pecados, mis heridas y sanarlas”.

P.- Entonces, es un mensaje de esperanza…

R.- El libro está dedicado a toda persona que piensa que nadie la puede querer, que se siente llena de miseria. Para los pobres, para los que han perdido la esperanza. Para los que sienten que nadie les puede querer, con el libro anuncio que sí, hay alguien que les quiere, porque esa es la experiencia que tengo yo. No solo de ese día, que fue el 21 de diciembre del 2001, sino de todos los días a partir de entonces. Sin cambiar mucho, porque sigo siendo miserable, pero Dios me quiere y eso es lo que experimento.

P.- Y su vida, a partir de ese 21 de diciembre, ¿cómo ha sido?

R.- El camino ha sido apasionante. Porque claro, si yo hubiera cambiado, todo sería mucho más fácil. Pero sigo siendo una persona llena de miserias, pero consciente de que Dios me quiere de verdad. Porque si yo fuera una persona estupenda y llena de virtudes, se entendería que Dios me quisiera. Pero no, y, sin embargo, poco después me llamó para hacerme sacerdote. Claro, yo no podía concebir que alguien como yo pudiera ser llamado. Pero Jesucristo tiene una pasión por los débiles que ya se ve en el evangelio. Yo no hubiera elegido ni a Pedro, ni a Marcos, ni a Lucas… Pero Dios escoge a los débiles y a los pobres para hacerlos sus íntimos amigos.

Ahora mismo estoy en la parroquia San José Obrero de Móstoles (Madrid). Una iglesia de gente muy joven, llena de familias. Son diez comunidades del Camino Neocatecumenal. Gente que ha puesto por encima del dinero y del tiempo la transmisión de la fe. Es una parroquia donde, todos los días, ellos me enseñan a valorar la fe por encima de cualquier cosa. Me enseñan hasta qué punto un matrimonio puede querer a Jesucristo. También con la apertura a la vida, con diez hijos o con doce algunos. Es maravilloso verles sin nada de aquello en lo que el mundo tiene puesta su mirada, y a la vez con tanto, porque tienen una experiencia de Dios viva, real.

P.- Imagino que, a esa sorpresa por el amor de Dios, le siguió la sorpresa por el amor que recibió de la Iglesia…

R.- La Iglesia es la esposa de Cristo, y es igual de maravillosa. A mi lo que más me ha impresionado es que no hay que dar la talla. Estoy acostumbrado a tantos grupos humanos en los que si no eres alto, delgado, guapo o listo no entras. Sin embargo, en la Iglesia hay espacio para todos, para los pecadores. Menos mal que Jesús ha hecho la Iglesia como la ha hecho, porque así entramos los débiles, los leprosos, los pobres.

P.- ¿Qué le diría a alguien que ha perdido la esperanza?

R.- Le diría que se fijara en la Virgen. Es mi otro gran amor. Aunque ella es bella, y su figura nunca ha sido alterada por el pecado, acompaña al leproso. Y, en ese sentido, si uno la mira y se siente mirado desde una belleza y una dulzura preciosa. Creo que, cualquiera que haya perdido la esperanza, si se fija en la Virgen, no solo recuperará la esperanza, sino que no la volverá a perder jamás.

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