En plena sacristía de la Catedral Primada de Toledo, junto al Apostolado que Doménikos Theotokópoulos, El Greco, pintó en 1607 en torno a su gran obra maestra, El Expolio (1587), cuelgan hasta el 1 de marzo los “retratos espirituales” de cada uno de los doce apóstoles pintados por José María Cano (Madrid, 1959). Son doce obras con las que el artista –más conocido por su época de componente y compositor del grupo Mecano– ha querido “profundizar en el significado que estos personajes tienen moral y espiritualmente en nuestros días”, según dijo durante la presentación, el 13 de febrero, de la exposición, titulada simplemente Apostolados.
Doce miradas, doce rostros, doce retratos que Cano pintó entre 2015 y 2019 como parte, según admitió, de su “búsqueda espiritual”. Y que están inspirados en personas de su entorno, “en los que veía la personificación de las cualidades de los apóstoles como mensajeros del Evangelio”, según el testimonio de Rosa Martínez, comisaria de la muestra. Cano eligió, por ejemplo, pintar a su propio hijo, Daniel, para ponerle rostro a Juan, “símbolo de la pureza del alma, el amor y la entrega verdadera como elemento esencial que tiene que inspirar el nuevo milenio”, según descripción de la comisaria.
En ese apóstol ve Cano una “figura fundamental” de nuestro tiempo, ya que “representa la necesidad de dar la vuelta al mundo materialista para retornar a caminos espirituales”. Modelos que han marcado su propia vida, según confesó el artista. “Esos cuadros no son solo cuadros”, dijo. Son, además, “amigos míos” que le han guiado por “virtudes como la fe, la esperanza o la caridad”, reconoció bajo la impresionante bóveda de Lucas Jordán. “No es una exposición más –señaló–. Es especial porque me permite dialogar con el apostolado de El Greco y porque estamos en esta Catedral Primada”.
“Celebro ser cristiano”
Jose María Cano, que hizo profesión de fe durante el breve discurso de presentación de su obra –“celebro estar hoy aquí con ustedes, celebro estar vivo, celebro ser cristiano y que Dios les bendiga mucho”–, explicó además su pasión apostólica: “Estos señores generaron toda esta dinámica que nos trae hoy a estar aquí”. Y es que los apóstoles, según señaló, son “el hilo conductor entre ese personaje que mataron los romanos de manera ejemplarizante, para que sus seguidores entendieran que tenían que abandonar ese camino. Pero no fue así”. Y añadió: “Mantuvieron vivo el mensaje de amor de Jesús cuando ser cristiano se pagaba con la muere”.
A diferencia de los apóstoles de El Greco –que miran hacia Jesucristo, a derecha o izquierda según su situación en la Sacristía–, los de José María Cano miran todos al cielo, a excepción de Judas, que lo hace al espectador. Y es porque Cano no ha querido pintar a Jesucristo para intensificar ese ir “entre el suelo y el cielo”, según el verso con el que comenzaba, precisamente, una de las canciones de Mecano, Me cuesta tanto olvidarte. Para Rosa Martínez, Cano ha querido dotar a sus apóstoles de una evidente “cotidianidad”.
Autorretratado como Bartolomé
De hecho, el pintor ha evitado incluir simbología alguna que permita identificar a los apóstoles más allá de “lo que permite ver la profundidad del rostro”, como reconoció la comisaria. El propio artista aparece autorretratado como Bartolomé, “despellejado por el sufrimiento y el deseo que tiene de comunicar su verdad”, en expresión de Martínez. Verdad que también narró durante la inauguración, en la que Cano dedicó gran parte de su intervención a reconocer la importancia de la Catedral Primada en la historia y, también, de “España como un país definido por el cristianismo”. En la propia sacristía, rodeado de obras de Caravaggio, Tiziano, Van Dick, Orrente, Tristán, Goya, Morales o José Ramos, afirmó además: “Unos serán más creyentes, otros menos, pero no habrá nadie en su sano juicio que pueda cuestionar que el cristianismo es un humanismo extraordinariamente bello”.