Inaugurado el miércoles 19, este domingo 23 de febrero se clausura en la ciudad italiana de Bari el Encuentro de Obispos del Mediterráneo, que ha congregado a cerca de 60 prelados. Un acto que no ha querido perderse el papa Francisco, que ha llegado a primera hora de la mañana, encontrándose con los pastores en la Basílica de San Nicolás.
En su discurso, ciertamente paradigmático del espíritu encarnado de este papado, Bergoglio ha destacado que este foro marca “la posibilidad de iniciar un proceso de escucha y diálogo, mediante el cual contribuir a la construcción de la paz en esta zona destacada del mundo. Por esta razón, quería estar presente y dar testimonio del valor que tiene el nuevo paradigma de fraternidad y colegialidad, del cual vosotros sois expresión”.
Tradiciones diferentes
A continuación, ha reivindicado que la cita tenga lugar en Bari, “tan importante por los lazos que mantiene tanto con Oriente Medio como con el continente africano, signo elocuente de cuán arraigadas están las relaciones entre pueblos y tradiciones diferentes. Además, la Diócesis de Bari siempre ha mantenido vivo el diálogo ecuménico e interreligioso, trabajando incansablemente para establecer lazos de estima y de fraternidad mutua”.
“El ‘Mare nostrum’ -ha proseguido- es el lugar físico y espiritual en el que se formó nuestra civilización, como resultado del encuentro de diferentes pueblos. Precisamente en virtud de su conformación, este mar obliga a las culturas y a los pueblos costeros a una proximidad constante, invitándolos a hacer memoria de lo que tienen en común y a recordar que, solo viviendo en armonía, pueden disfrutar de las oportunidades que ofrece esta región desde el punto de vista de los recursos, de la belleza del territorio y de las diversas tradiciones humanas”.
Marcado por la globalización
Hoy, el Mediterráneo es foco “de las dinámicas determinadas por la globalización”, como “encrucijada de intereses y acontecimientos relevantes desde un punto de vista social, político, religioso y económico. El Mediterráneo sigue siendo un área estratégica, cuyo equilibrio también manifiesta sus efectos en otras partes del mundo”.
De ahí que, “en este epicentro de profundas líneas de ruptura y de conflictos económicos, religiosos, confesionales y políticos, estamos llamados a ofrecer nuestro testimonio de unidad y paz”. Algo que interpela especialmente a los cristianos, pues, “en este contexto, el anuncio del Evangelio no puede separarse del compromiso por el bien común y nos empuja a actuar como perseverantes constructores de la paz”.
Amenazada por la guerra
“Hoy -ha clamado-, el área del Mediterráneo está amenazada por muchos focos de inestabilidad y guerra, tanto en Oriente Medio como en varios estados del norte de África, y también entre diferentes grupos étnicos o grupos religiosos y confesionales”. Ha sido en este punto cuando, sin citarlo, ha lanzado un dardo al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien propone que Palestina pueda tener un Estado a cambio de reconocer los territorios ocupados por Israel: “Tampoco podemos olvidar el conflicto, aún sin resolver, entre israelíes y palestinos, con el peligro de soluciones no equitativas y, por lo tanto, amenazantes de nuevas crisis”.
Aquí ha denunciado que la guerra “es contraria a la razón”, además de “una verdadera locura, porque es irracional destruir casas, puentes, fábricas, hospitales, matar a personas y aniquilar recursos en vez de construir relaciones humanas y económicas. Es un sinsentido al que no podemos resignarnos: la guerra nunca puede confundirse con la normalidad ni ser aceptada como una forma ineludible para regular las divergencias y los intereses opuestos”.
La alternativa de la paz
Por contraste, “no existe una alternativa sensata a la paz, porque cada proyecto de explotación y supremacía degrada a quien golpea y a quien es golpeado, y revela una concepción miope de la realidad, puesto que priva del futuro no solo al otro, sino también a uno mismo. La guerra se presenta como el fracaso de todo proyecto humano y divino: basta con visitar un lugar o una ciudad, escenarios de conflicto, para darse cuenta de cómo, a causa del odio, el jardín se convierte en una tierra desolada e inhóspita y el paraíso terrenal en un infierno”.
En este momento, entre una tormenta de aplausos, el Papa ha improvisado respecto al discurso que tenía preparado y ha retratado “el grave pecado de la hipocresía”, en el que caen “países que hablan de paz y venden armas a otros que están en guerra”.
En torno a la justicia
“La construcción de la paz-ha enfatizado Francisco-, que la Iglesia y todas las instituciones civiles deben sentir siempre como prioridad, tiene la justicia como premisa esencial. Esta es pisoteada cuando se ignoran las necesidades de las personas y prevalecen los intereses económicos partidistas sobre los derechos de los individuos y de la comunidad. La justicia se ve obstaculizada, además, por la cultura del descarte, que trata a las personas como si fueran cosas, y que genera y aumenta las desigualdades”.
Por ello, ha demandado “la búsqueda del bien común”, que es “otro nombre de la paz” y, citando a La Pira, “dejarse guiar por las ‘expectativas de los pobres’”; un principio que, “si se toma en serio, permite un cambio antropológico radical, que hace a todos más humanos”. Porque, “¿para qué sirve una sociedad que siempre logra nuevos resultados tecnológicos, pero que se vuelve menos solidaria con quien pasa necesidad?”. Ante ello emerge “el anuncio del Evangelio”, mediante el que “nosotros transmitimos la lógica por la cual no hay últimos y nos esforzamos por garantizar que la Iglesia, a través de un compromiso cada vez más activo, sea signo de la atención privilegiada a los pequeños y los pobres”.
Con los imigrantes y refugiados
Como no podía ser de otro modo, Bergoglio ha recordado aquí a los inmigrantes y refugiados, tristes protagonistas en el día a día del Mediterráneo: “El número de estos hermanos (obligados a abandonar sus seres queridos y la patria, y a exponerse a condiciones extremadamente precarias) ha aumentado a causa del incremento de los conflictos y las dramáticas condiciones climáticas y ambientales de zonas cada vez más grandes. Es fácil predecir que este fenómeno, con su dinámica histórica, marcará profundamente la región mediterránea, por lo que los estados y las comunidades religiosas no pueden encontrarse desprevenidos. Están involucrados los países transitados por los flujos migratorios y los de destino final, pero también los gobiernos y las Iglesias de los estados de origen de los migrantes, que, con la partida de muchos jóvenes, ven empobrecido su futuro”.
Aquí, ha desnudado los discursos xenófobos, populistas y nacionalistas: “Se abre paso una sensación de miedo que lleva a elevar las defensas frente a lo que se presenta de manera instrumentalizada como una invasión. La retórica del choque de civilizaciones solo sirve para justificar la violencia y alimentar el odio. El incumplimiento o, en cualquier caso, la debilidad de la política y el sectarismo son causas del radicalismo y del terrorismo. La comunidad internacional se ha quedado en intervenciones militares, mientras que debería construir instituciones que garanticen la igualdad de oportunidades y lugares donde los ciudadanos tengan la posibilidad de asumir el bien común”.
Morir sin recibir ayuda
Frente a ello, “no aceptemos nunca que, quien busca la esperanza cruzando el mar, muera sin recibir ayuda o que, quien viene de lejos, sea víctima de explotación sexual, sea explotado o reclutado por las mafias”. “No dejemos -ha añadido- que una percepción contraria se difunda a causa de un espíritu nacionalista; es decir, que los estados menos accesibles y geográficamente más aislados sean privilegiados. Solo el diálogo nos permite encontrarnos, superar prejuicios y estereotipos, hablarnos y conocernos mejor”.
“Es necesario -ha enfatizado el Pontífice- desarrollar una teología de la acogida y del diálogo que reinterprete y vuelva a proponer la enseñanza bíblica. Puede elaborarse solo si se hace todo lo posible por dar el primer paso y no se excluyen las semillas de la verdad que los otros también tienen. De esta manera, la comparación entre los contenidos de las diferentes religiones puede referirse no solo a las verdades creídas, sino a temas específicos, que se convierten en puntos relevantes de toda la doctrina”.
Auténtico ecumenismo
Y es que, “los que juntos se ensucian las manos para construir la paz y la acogida, ya no podrán combatir por razones de fe, sino que recorrerán los caminos del diálogo respetuoso, de la solidaridad mutua y de la búsqueda de la unidad”.
“Es justo lo contrario -ha vuelto a improvisar- de lo que he escuchado cuando fui a Lampedusa, esa área marcada por la indiferencia. Allí había acogida, pero, en el mundo, indiferencia”.
Llamada a los obispos
Francisco ha concluido su discurso lanzando una invitación directa a los obispos: “Esta es la tarea que el Señor os confía para esta amada zona del Mediterráneo: reconstruir los lazos que se han roto, levantar las ciudades destruidas por la violencia, hacer florecer un jardín donde hoy hay terrenos áridos, infundir esperanza a quienes la han perdido y exhortar a los que están encerrados en sí mismos a no temer a su hermano. Que el Señor acompañe vuestros pasos y bendiga vuestra obra de reconciliación y de paz”.