Tras su participación en el Encuentro de Obispos del Mediterráneo, Francisco ha proseguido su mañana en Bari, este domingo 23 de febrero, saludando a la comunidad dominica de la Basílica de San Nicolás. Desde ahí se ha dirigido al Corso Víctor Manuel II, donde ha celebrado la eucaristía dominical.
En su homilía, como siempre, se ha centrado en las lecturas del día. En este caso, en Mateo 5,39, cuando Jesús va más allá del “ojo por ojo, diente por diente”, que marca la ley, y marca un camino claro: nada de violencia, “ninguna violencia”.
“Podríamos pensar -ha reflexionado Bergoglio- que esta enseñanza de Jesús esconde una estrategia: al final, el malvado se dará por vencido. Pero no es este el motivo por el que Jesús pide que amemos incluso a los que nos hacen daño. Entonces, ¿cuál es la razón? Que el Padre, nuestro Padre, ama siempre a todos, aun cuando no es correspondido”. Y es que Jesús “no señaló con el dedo a los que lo condenaron injustamente y lo mataron de manera cruel, sino que les abrió los brazos en la cruz. Y perdonó a quienes lo crucificaron”.
“Si queremos ser discípulos de Cristo -ha enfatizado el Pontífice-, si queremos llamarnos cristianos, este es el camino. Amados por Dios, estamos llamados a amar; perdonados, a perdonar; tocados por el amor, a dar amor sin esperar a que comiencen los otros; salvados gratuitamente, a no buscar ningún beneficio en el bien que hacemos”.
Así, ha defendido que Jesús no “exagera” ni apela a “paradoja” alguna cuando dice “Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen”. “Es directo y claro”, usando “palabras intencionadas, precisas”.
De hecho, el “amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen” es, ni más ni menos, que “la novedad cristiana. Es la diferencia cristiana. Rezar y amar: esto es lo que debemos hacer; y no solo por los que nos aman, por los amigos, por nuestra gente. Porque el amor de Jesús no conoce límites ni barreras. El Señor nos pide la valentía de un amor sin cálculos. Porque la medida de Jesús es el amor sin medida”.
Con todo, el Papa es consciente de que muchas veces este revolucionario mensaje es rebajado por muchos cristianos… “¡Cuántas veces hemos descuidado lo que nos pide, actuando como todos los demás! Sin embargo, el mandamiento del amor no es una simple provocación, sino que es el espíritu del Evangelio. Sobre el amor hacia todos no aceptamos excusas, no predicamos una cómoda prudencia. El Señor no fue prudente, no hizo concesiones, nos pide el ‘extremismo de la caridad’. Este es el único extremismo cristiano: el del amor”.
“Nos haría bien -ha invitado el Papa- repetirnos a nosotros mismos estas palabras y aplicarlas a las personas que nos tratan mal, que nos molestan, que nos cuesta aceptar, que nos quitan la serenidad (…) Nos haría bien preguntarnos también: ‘¿Qué me preocupa en la vida: mis enemigos, quien me aborrece, o amar?’. No te preocupes de la maldad de los demás, o del que piensa mal de ti. En cambio, comienza a transformar tu corazón por amor a Jesús. Porque, quien ama a Dios, no tiene enemigos en el corazón”.
“El culto a Dios -ha reivindicado- es lo opuesto a la cultura del odio. Y la cultura del odio se combate enfrentando el ‘culto a la lamentación’. ¡Cuántas veces nos quejamos por lo que no recibimos, por lo que está mal! Jesús sabe que muchas cosas están mal, que siempre habrá alguien que no nos quiera, e incluso alguien que nos perseguirá. Pero nos pide solo que recemos y amemos. Esta es la revolución de Jesús, la más grande de la historia: la que pasa del odio al amor por el enemigo, del culto a la lamentación a la cultura del don. ¡Si pertenecemos a Jesús, este es el camino!”.
Apelando al realismo, Bergoglio se ha dirigido a muchos cristianos incapaces de llevar a su vida este principio: “Sin embargo, podrías objetar: ‘Sí, comprendo la grandeza del ideal, pero la vida es otra cosa. Si amo y perdono, no sobrevivo en este mundo, donde prevalece la lógica de la fuerza y donde parece que todos piensan sólo en sí mismos’. Pero, entonces, ¿la lógica de Jesús es un fracaso? A los ojos del mundo, Él es un perdedor, pero, a los ojos de Dios, es un ganador”.
Porque “Dios ve más allá. Él sabe cómo ganar. Sabe que el mal solo se puede vencer con el bien. Nos salvó así: no con la espada, sino con la cruz. Amar y perdonar es vivir como ganadores. En cambio, perderíamos si defendiéramos la fe con la fuerza. El Señor también nos repetiría a nosotros las palabras que dijo a Pedro en Getsemaní: ‘Mete la espada en la vaina’. En los Getsemaní de hoy, en nuestro mundo indiferente e injusto, donde parecería que se asiste a la agonía de la esperanza, el cristiano no puede comportarse como aquellos discípulos, que primero tomaron la espada y luego huyeron. No, la solución no es desenvainar la espada contra alguien, ni tampoco huir de los tiempos que nos toca vivir. La única solución es el camino de Jesús: el amor activo, el amor humilde, el amor hasta el extremo”.
“Hoy, Jesús, con su amor sin límites, levanta el estandarte de nuestra humanidad”. De ahí que siempre podremos contar con su apoyo, pues, “si la meta fuera imposible, el Señor no nos hubiera pedido que la alcanzáramos. Pero solos es difícil; es una gracia que debemos implorar. Se necesita pedir a Dios la fuerza para amar”. Por lo mismo, también hay que pedirle “la gracia de ver a los demás, no como obstáculos y complicaciones, sino como hermanos y hermanas a quienes amar. Con mucha frecuencia le pedimos ayuda y gracias para nosotros mismos, pero qué poco le imploramos para que sepamos amar. No le rogamos lo suficiente para aprender a vivir el espíritu del Evangelio, para ser cristianos de verdad”.
“Elijamos hoy el amor -ha concluido-, aunque cueste, aunque vaya contra corriente. No nos dejemos condicionar por lo que piensan los demás, no nos conformemos con medias tintas. Acojamos el desafío de Jesús, el desafío de la caridad. Así seremos verdaderos cristianos y el mundo será más humano”.