La Iglesia no se opondría a una resignificación del Valle de los Caídos, si, como ya ha anunciado de forma reiterada el Gobierno, este continúa con sus planes para el enclave madrileño después de la exhumación de Franco. Así lo han confirmado fuentes episcopales a Vida Nueva, que reconocen la necesidad de que el espacio se convierta “de verdad en un lugar de reconciliación”. “Ni el Valle ni la Iglesia pueden seguir asociados al nacionalcatolicismo”, consideran.
En líneas generales, se daría el visto bueno para que, como recomendó en 2011 la comisión de expertos creada por José Luis Rodríguez Zapatero, se inicie un proceso de “resignificación” que permita tanto cerrar heridas como honrar a las 33.847 víctimas de uno y otro bando de la Guerra Civil allí enterradas. ¿Cómo? a través de la restauración de los columbarios deteriorados y la creación de un centro de interpretación o un museo de la memoria similar a Auschwitz, iniciativa que contaría con el visto bueno de Naciones Unidas.
Sin borrar la huella cristiana
Hasta donde ha dejado entrever el equipo actual de Pedro Sánchez, la transformación del Valle no pasaría por borrar la huella cristiana del lugar. Es más, en todo momento se contemplaría tanto mantener la cruz de 150 metros de altura, como respetar la basílica como espacio de oración para rezar por todas las víctimas, una de las misiones encomendadas a la comunidad benedictina desde su llegada al lugar en 1957.
Con esta predisposición, sobrevuela una cuestión: ¿tendrá que abandonar la comunidad benedictina el Valle? “Si el Gobierno se empeña de forma unilateral, puede hacer lo que quiera. Basta con cambiar el estatuto para sacar de un día para otro a la comunidad benedictina”, aseguran fuentes eclesiales a esta revista sobre la intención del Gobierno de modificar el régimen jurídico de la Fundación de la Santa Cruz, actualmente intervenida por Patrimonio Nacional.