“Si Jesucristo viviera hoy, ¿a quién defendería? ¿Al lado de quién estaría?”. Que la samba de la favela Mangueira se haya hecho esta pregunta no ha gustado demasiado a grupos católicos y evangélicos del Brasil de Jair Bolsonaro. De hecho, no han sido pocas las voces –ni las firmas recogidas– para intentar que la agrupación no saliera a actuar con su espectáculo ‘La verdad os hará libres’.
Pero lo hicieron, y Evelyn Bastos, reina de la batería, sorprendió la noche del domingo al aparecer caracterizada de un Jesucristo, como rezaba el fondo musical del espectáculo, “con rostro negro, sangre de indio y cuerpo de mujer”: los marginados de un Brasil en el que las cifras de violencia sexual y la represión racial no hacen nada más que crecer.
“Pensamos mucho en la religión, sin querer afectar y ofender las creencias de nadie. De hecho, queremos enviar un mensaje de amor y que las personas deben respetarse mutuamente”, ha declarado Bastos a Globo. Sin embargo, la samba ha sido tachada de blasfema. Tal vez, porque ni siquiera el título de la producción ha acabado de gustar por usar una frase del Nuevo Testamento muy utilizada por la Teología de la Liberación.
“¿Por qué, de nuevo, los profetas de la intolerancia clavan mi cuerpo?”, decía la letra. Mientras, Bastos y toda la agrupación eran criticadas, incluso, por fomentar un ‘marxismo cultural’, como llegó a alegar el portal evangélico Gospel Prime. Mientras, Bastos no solo cargaba con una corona de espinas y unas cadenas, sino con un cuerpo lleno de llagas y latigazos envuelto en una capa. Y, en ella, los nombres de los nueve niños tiroteados por la policía, que forman parte de las casi 2.000 personas asesinadas por los cuerpos de seguridad de Río de Janeiro en 2019. La mayoría de ellos, negros.