La Iglesia católica tiene la “ambición moral” de evitar que sea la tecnología la que gestione al ser humano y no al contrario. “Intentemos no sufrir el poder de los algoritmos y de la ‘algocracia’ y tomar en cambio el camino de la ‘algoética’”, pidió este martes el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, en la presentación del seminario y la asamblea que esta organización celebra el miércoles y el jueves en el Vaticano para debatir sobre las implicaciones éticas, legales y sanitarias de la Inteligencia Artificial.
El plato fuerte del encuentro será el documento que firmarán los participantes, entre los que estarán los máximos ejecutivos de gigantes tecnológicos como Microsoft e IBM, así como el presidente del Parlamento Europeo y el director general de la FAO. Este texto que será luego presentado al papa Francisco ofrece unas líneas guía en el ámbito ético, educativo y legal para hacer un buen uso de la Inteligencia Artificial, según adelantó Paglia. El contenido del documento no ha sido todavía hecho público.
“Estamos en un cambio de época, como le gusta decir al Papa. Por primera vez en la historia, el hombre tiene el poder de destruirse. Primero fue con la explosión nuclear, luego con la destrucción de la creación con la explosión ecológica y ahora cuenta con la posibilidad de transformar la vida humana”, comentó el presidente de la Pontificia Academia para la Vida.
Cambio revolucionario
La innovación digital en la que nos encontramos, destacó, toca “todos los aspectos de la vida, tanto los personales como los sociales” en influye en el modo en que comprendemos el mundo o a nosotros mismos. “Las decisiones, incluso las más importantes de las que se toman en ámbito médico, económico o social, son hoy el fruto de la voluntad humana y de una serie de contribuciones algorítmicas”, dijo Paglia.
En la conferencia de prensa también participó el teólogo Paolo Benanti, miembro de la Academia, quien señaló como la Inteligencia Artificial supone un cambio tecnológico revolucionario, como antes lo fueron la energía eléctrica o la derivada del vapor, porque “cambia el modo con que hacemos las cosas”.