“La Cuaresma no es el tiempo para cargar con moralismos innecesarios a las personas, sino para reconocer que nuestras pobres cenizas son amadas por Dios”. Francisco pronunciaba hoy estas palabras en la Basílica de Santa Sabina all’Aventino (Roma), durante la celebración del Vía Crucis de este miércoles de ceniza. Un símbolo con el que comienza la Cuaresma y que, como ha señalado el Papa, “nos recuerda que procedemos de la tierra y que volveremos a la tierra”.
Es decir, que “somos débiles, frágiles, mortales. Respecto al correr de los siglos y los milenios, estamos de paso; ante la inmensidad de las galaxias y del espacio, somos diminutos. Somos polvo en el universo”. Sin embargo, “somos el polvo amado por Dios, destinado a vivir para siempre”. “Somos la tierra sobre la que Dios ha vertido su cielo, el polvo que contiene sus sueños. Somos la esperanza de Dios, su tesoro, su gloria”, ha continuado Francisco.
De esta manera, el espacio para la desconfianza prácticamente desaparece, pues “lo poco que somos tiene un valor infinito a sus ojos”. Entonces, ha recalcado el Papa, “no pulvericemos la esperanza, no incineremos el sueño que Dios tiene sobre nosotros”, animando a los presentes a no caer en la resignación, pues Dios “puede transformar nuestro polvo en gloria”.
“Tantas vidas reducidas a cenizas”
Del mismo modo, Francisco ha señalado que la imposición de la ceniza en la frente recuerda recuerda a los cristianos que “no podemos vivir para ir tras el polvo que se desvanece”. Porque, si se vive para las cosas fugaces del mundo, “vuelvo al polvo, niego lo que Dios ha hecho en mí”. “No estamos en este mundo”, ha apuntado, “para vivir solo para traer algo de dinero a casa y divertirme, para buscar algo de prestigio, para hacer un poco de carrera”, porque “valemos mucho más, vivimos para mucho más: para realizar el sueño de Dios, para amar”.
Asimismo, la ceniza recuerda “un segundo camino, el opuesto, el que va de la vida al polvo”. Así, el Papa ha recordado “tantas vidas reducidas a cenizas” por la destrucción y la guerra, así como las “las vidas de niños inocentes no acogidos, vidas de pobres rechazados, vidas de ancianos descartados”. “Hay mucho polvo que ensucia el amor y desfigura la vida”, incluso en la Iglesia. “Hemos dejado que se deposite el polvo en la casa de Dios, el polvo de la mundanidad”, ha denunciado Francisco.
Además, ha llamado la atención ante el “polvo de la hipocresía”, diciendo que “somos cristianos” pero cediendo “a las pasiones que nos esclavizan” o haciendo “predicando una cosa y haciendo otra”. Así, para limpiar este polvo que “se deposita en nuestro corazón”, el Papa ha finalizando su homilía animando a los cristianos a “dejarse reconciliar con Dios” y acudiendo “al abrazo del Padre en la confesión”. “Dejémonos levantar para caminar hacia la meta, la Pascua. Tendremos la alegría de descubrir que Dios nos resucita de nuestras cenizas”, ha añadido.