Hace algunos años, comprar ropa podía no suponer más que ir a una tienda cercana, elegir una prenda –probablemente elaborada a mano, con una tela no sintética– que se adaptase al gusto y presupuesto del comprador y pagarlo, manteniendo con vida ese pequeño negocio local. Un medio, la economía, puesto al servicio de las personas.
Sin embargo, el mero hecho de comprar ropa ha cambiado y, probablemente, incluya una multinacional, un transporte y manufactura contaminante y unos salarios ínfimos en países en vías de desarrollo. Esta situación, que se puede extrapolar a cualquier ámbito de la actividad económica, ha llevado al mundo a un punto crítico del cual es consciente, el papa Francisco, que no ha dudado en denunciar la economía que mata.
“Los economistas llevamos diciendo, desde hace mucho tiempo y desde distintos lugares, que hay que cambiar el paradigma económico”, dice a Vida Nueva Enrique Lluch, doctor en Ciencias Económicas. Recuerda cómo Benedicto XVI ya apuntaba en esta dirección. “En ‘Evangelii gaudium’ también Francisco insiste en esto, y ‘Laudato si’’ alerta del desgaste medioambiental, provocado, en gran medida, por las ansias de tener más sin importar las consecuencias, en lugar de cuidar de la creación”, explica.
“Francisco es muy consciente de que estamos en una sociedad donde la economía prima, y eso hace que nos olvidemos de las personas”, añade Lluch. Precisamente esta preocupación por parte del Papa fue la impulsora del encuentro ‘La Economía de Francisco’ –en alusión al ‘Poverello’–, que se celebrará en Asís del 26 al 28 de marzo, y donde serán ellos, los más jóvenes, quienes tengan un papel fundamental.
Diego Loras es un joven graduado en Economía que vive en Valencia y quiere dedicarse a la investigación. “El ser humano tiene aspectos de generosidad y fraternidad, que le impulsan, por ejemplo, a tomar otras iniciativas, como las empresas cuyo objetivo es abordar un problema social, no solo generar beneficios a toda costa”, explica.
Por su parte, Manuel Cobo está acabando el doble grado Derecho y ADE en Jaén y pertenece al grupo surgido en esta ciudad. “Se puede y se debe humanizar desde la economía, porque todos, en mayor o menor medida, somos agentes económicos: desde el empresario hasta el padre de familia toman decisiones diarias con las que se puede humanizar más o menos la actividad económica”, afirma.
También Sofía Oliveros, una joven zaragozana que, si bien no estudia economía, está interesada en ella y que conoció la iniciativa a través de su parroquia, señala que para que la actividad económica se desarrolle desde un punto de vista “ético y cristiano”, hay que “hacer un poco más ético lo que cada día hacemos”.
Arturo Fernández de Mazarambroz es un joven emprendedor que acudirá a Asís en representación de la Asociación Española de Empresarios y Directivos Católicos. Subraya que en España “la mayoría de las empresas son pequeñas” y esto hace que “su éxito dependa de la relación humana que se establezca en ellas”. Sin embargo, en las medianas y grandes empresas, “donde las personas han pasado a ser parte de la maquinaria, es necesario promover la humanización”.