Entrevistas

Isabel Cuenca: “Nacer mujer sigue siendo una desgracia en muchos países”

  • La secretaria general de Justicia y Paz España reflexiona sobre el feminismo: “Lo que se visibiliza a veces es una confrontación con el hombre”
  • “Sin la mujer, la Iglesia pierde en servicio, misericordia y compasión”, asegura esta bióloga andaluza
  • ESPECIAL: Vida Nueva celebra en marzo el mes de la mujer





Madre, abuela, esposa, hermana. De todo ello ejerce a diario esta aguerrida mujer, bióloga de profesión y enganchada a un buen número de causas casi perdidas. Y aún le queda tiempo para cuidar con mimo su fe y proponerla con su testimonio. Y también con su activismo, sí, que viene ejerciendo desde hace años como secretaria general de Justicia y Paz España. Para ella, todos los meses son marzo y saben a Pascua.



PREGUNTA.- Hágame de lazarillo: ¿cómo se ve el mundo con ojos de mujer?

RESPUESTA.- Pues con una visión que no siempre es lineal. A veces es una mirada llena de asombro ante las injusticias, por ejemplo, ante el asesinato de una mujer o ante las muertes en el Estrecho. Otras, en cambio, es una mirada con optimismo, porque veo que en los últimos 50 años las mujeres vamos asistiendo a un mayor reconociendo de nuestros derechos y creciendo en justicia.

P.- Y la Iglesia, ¿cómo se ve desde esa misma mirada?

R.- Con un poquito de esperanza. Hay signos para ello. Creo que estamos viviendo un momento muy dulce con el pontificado del papa Francisco, que está focalizando su visión en los derechos humanos, en la justicia, y eso me hace ser optimista, porque cuando miro a la Iglesia de base, veo que está llena de mujeres, pero a medida que se van subiendo peldaños, veo solo hombres…

P.- Usted lleva años batallando desde la Iglesia por la justicia y la paz. ¿Quién diría que está más necesitada de ambas: la mujer o el hombre?

R.- Indudablemente, la mujer. Es ella la que sigue sufriendo las mayores desigualdades e injusticias. En tantos lugares del planeta, las mujeres son las que más sufren las consecuencias de la falta de educación, ellas son las más analfabetas, las más explotadas. De esa manera nunca podrán avanzar en la igualdad de oportunidades con respecto a los hombres.

P.- El simple hecho de nacer niña es considerado todavía un problema en algunas culturas. ¿Tiene remedio?

R.- Sí, claro, con una buena educación y leyes que las protejan de las violaciones de tantos derechos humanos que tienen conculcados. Nacer mujer sigue siendo una desgracia en muchos países. En China, muchas niñas son abandonadas en esos orfanatos a los que luego van los matrimonios españoles a adoptar. En la India, se dan facilidades para abortar en cuanto se detecta que el feto es el de una niña. Las niñas son las que sufren la ablación del clítoris, la prostitución infantil en Tailandia, los matrimonios forzosos

Cuestión de machismo

P.- Pero no hay que ir tan lejos. Aquí, entre nosotros, la mujer es quien más sufre la pobreza. ¿Cómo se explica?

R.- Estamos es un sistema injusto en donde se considera que la mujer es la que tiene que llevar adelante la familia y también la economía doméstica. Pero cuando llegan las crisis económicas, la primera a la que echan del trabajo es a ella, porque se considera que rinde menos que un hombre o porque es demasiado reivindicativa. Sigue siendo una cuestión de machismo. Se habla de conciliar vida familiar y laboral. Pero la mujer no puede hacer eso. Ella es quien paga el precio de que las responsabilidades compartidas sigan sin existir en sociedades como la nuestra.

Foto: Álvaro Orús / Pressenza

P.- También en una sociedad desarrollada como la nuestra, repunta la violencia contra la mujer, aumentan los delitos sexuales contra ellas… ¿A qué se debe?

R.- Yo procedo de una sociedad rural y tengo que decir que, realmente, los delitos sexuales los ha habido siempre, aunque pueda parecer que ahora hay más, porque tienen más repercusión en los medios de comunicación. Pero lo cierto es que la mujer ha sufrido en silencio muchísima violencia dentro de su hogar y, ahora, afortunadamente, hay muchas estructuras que la pueden ayudar a salir de esa espiral, hay leyes, más conciencia social… Antes, lo que había era un silencio cómplice porque se pensaba que lo que pasaba dentro del hogar no era una cuestión para denunciar…

P.- En los últimos años es apreciable la consistencia del movimiento feminista, también en España. ¿Cómo lo ve y vive?

R.- Con sentimientos contradictorios. Es necesario que la mujer reivindique sus derechos, pero a veces, lo que se visibiliza es una confrontación con el hombre, cuando lo que yo creo es que tenemos que caminar juntos.Tenemos que corregir aquellos errores que hacen que mujeres y hombres no dispongamos de los mismos derechos, pero no me gusta que la conquista de esos derechos se haga desde la confrontación con los hombres.

En la cúpula, mucho clero y pocos laicos

P.- Este movimiento va cuajando también en la Iglesia. Este 1 de marzo hay una convocatoria bajo el lema ‘Revuelta de mujeres en la Iglesia’. ¿Se revuelve usted también?

R.- Claro que me revuelvo, pero no contra nadie. Tampoco creo que el camino sea la violencia verbal. Somos Pueblo de Dios que camina conjuntamente, como nos ha enseñado el Concilio Vaticano II.

P.- ¿Tiene motivos la mujer para sentirse relegada en la Iglesia?

R.- Por supuesto. Vayamos cualquier domingo a misa. ¿A quién veremos mayoritariamente? A mujeres. O vayamos a catequesis. ¿Quiénes la imparten? Mujeres. Pero según se va ascendiendo, las mujeres desaparecen y en la cúpula nos encontramos mucho clero y pocos laicos. Hay que conseguir que esto cambie en la Iglesia española y en la universal.

P.- ¿Qué se está perdiendo con esa falta de mujeres en puestos de responsabilidad en la Iglesia?

R.- Lo primero, al 50% de la población. Y se pierde una voz y una visión más global de servicio, misericordia y compasión, como podemos ver en infinidad de ejemplos. Y perdemos también los conocimientos y valores de tantas mujeres que brillan profesionalmente, pero que no encuentran ese espacio en la Iglesia para que en ella puedan ofrecer y vivir sus dones en libertad.

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