“Es legítimo que se reconozca la demanda social, la demanda de los padres a la hora de desear un tipo de escuela”. Con estas palabras, el secretario general de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, cuestionaba una de las medidas centrales de la futura ley de Educación presentada esta semana por la ministra socialista Isabel Celaá.
El portavoz del Episcopado defendió con contundencia que “los padres puedan decidir el tipo de educación que tienen para sus hijos”, además de enfatizar la autonomía de los centros.
No fue el único “pero” que el obispo auxiliar de Valladolid puso a la reforma educativa, que desveló que ayer mismo se reunió con el presidente de Escuelas Católicas, Juan Carlos Pérez Godoy, para abordar esta polémica medida.
En la rueda de prensa conclusiva a la Asamblea Plenaria de los obispos españoles, defendió la asignatura de Religión, aunque no fue la única materia por la que saco pecho. Argüello, considera que en una sociedad tecnocrática en la que “un pequeño virus nos pone patas arriba”, “se hace más que nunca necesaria la enseñanza de la filosofía y de la teología”.
Así, manifestó su deseo de que en las aulas de nuestro país se promueva “el cultivo de la filosofía, del arte, de la música y de la enseñanza religiosa, Es más necesaria que nunca”.
Todo esto le llevó a solicitar al Gobierno que apueste por un pacto educativo antes de la aprobación definitiva de la ley. ¿Su argumento? “Deseamos que se haga realidad el pacto global que impulsa el Papa. Desgraciadamente se ha suspendido el encuentro previsto para mayo en Roma, pero no se aplaza el deseo de ese pacto global”, expresó.
“Valoramos mucho que la educación pueda ayudar al desarrollo pleno de todas las capacidades de los niños y niñas que van a nuestras escuelas”, explicó, presentando los colegios como un espacio donde “se ayude a crecer”.
“Se habla de que la escuela sea un ascensor social, pero también hay que enseñar a ayudar a subir las escaleras”, verbalizó el secretario general de los obispos: “A veces se plantea incluso que hay que bajar el piso: dando una titulación teniendo una asignatura pendiente”. “Eso, en lugar de ayudar a los más débiles, es un desprecio a las personas porque se da por hecho que no puede desarrollar sus capacidades”, aseveró.