A sus 25 años, Celia Carnero tiene las cosas más que claras. Entre otras muchas, que ella no piensa contribuir a la España vaciada y que no la van a sacar ni arrastras de Nuez de Aliste, el pueblecito zamorano de poco más de 300 habitantes en el que vive. Es la presidenta del Movimiento de Jóvenes Rurales Cristianos y afirma que hoy, además, quedarse en los municipios más pequeños “es una causa justa”. Aunque sea más difícil si eres joven y mujer.
PREGUNTA.- ¿Cómo es un 8 de marzo, Día de la Mujer, en los pueblos?
RESPUESTA.- Normal y corriente. Aunque podemos ver algún oasis en el desierto, hasta hace bien poco la mayor parte de la gente no sabía lo que se celebraba este día. La gente solo se mueve a través de las redes sociales publicando o compartiendo cadenas de fotos o en caso de que algún grupo organice una actividad concreta.
P.- Todo el mundo huye hoy del campo. ¿No te ronda la tentación?
R.- La verdad es que no. Desde hace unos años tengo clara mi opción por el mundo rural. Me he criado en él y siento que es la mejor manera de vivir, no solo por la calidad de vida, también por los valores que lo caracterizan. Durante un tiempo lo vi como algo complicado, no porque no existan las oportunidades, sino porque hay que buscarlas, ser ingenioso, tener un proyecto y buscar la manera de hacerlo realidad. Esto puede llevar algún tiempo y mucho esfuerzo.
P.- ¿Qué te retiene en el rural?
R.- Siempre desee vivir en el pueblo. En mi pueblo. Cuando todos te explican que la mejor manera de vivir es irse a la ciudad, no lo cuestionas, pero cuando vives en la ciudad y experimentas lo que es eso, puedes tomar una decisión. Todo lo que me gusta de la ciudad lo tengo al alcance de la mano, o del coche, mejor dicho. Supongo que una de las cosas que más valoro es la independencia que me proporciona a muchos niveles.
Me encanta tener mi propia huerta o ayudar a mi madre con los animales, la satisfacción de transformar los productos y saber de dónde proceden, conocer a la gente que me rodea y poder hablar con todos y cada uno de ellos como si fueran de “casa”. Ahora mismo, además, es una causa justa. Tenemos que luchar por conservar los derechos que pertenecen a la gente que vive en el mundo rural y los jóvenes debemos liderar esa reivindicación.
P.- Joven, mujer y cristiana. ¿Con cuál de estas condiciones te sientes hoy más discriminada en una sociedad eminentemente urbana, secularizada y que precariza a la juventud?
R.- No es fácil decidir. Exponer que eres cristiana implica un posterior debate de las razones por las que una se define así con determinadas personas, pero en menor medida con la gente del pueblo, ya que esta característica se tiene más asumida. Creo que definirte como “de pueblo” podría ser lo más discriminatorio.
Aún hoy seguimos pensando que ser de pueblo no es una opción, sino que es el destino del que no puede hacer otra cosa con su vida. Esta idea negativista refuerza el círculo vicioso de pérdida de población en el que nos vemos inmersos y tiene que transformarse: cualquiera puede decidir vivir en el pueblo, sean cuales sean los estudios que ha cursado. Además, esa precarización dificulta el asentamiento del joven en el pueblo. Aunque quizá mis ideas se tengan poco en cuenta precisamente por ser joven…
P.- Y en la Iglesia, ¿a quién se tiene más en cuenta, a los jóvenes o a las mujeres?
R.- Las mujeres tienen un papel muy importante dentro de la Iglesia y algunos sacerdotes saben apreciarlo, pero no de la manera que merece. La mayoría de los cargos de responsabilidad recaen sobre mujeres, son las que se implican y sacan a delante el trabajo del día a día. El papel de los jóvenes se reduce a meros “cristianos en potencia”, cuesta verlos como personas implicadas e incluso organizadas. Desde el Movimiento de Jóvenes Rurales Cristianos (MJRC) sabemos que eso no es así: somos los propios jóvenes los que nos responsabilizamos de gestionar el funcionamiento del mismo.
P.- ¿Cómo te sientes tú en la Iglesia?
R.- Como laica, y después del reciente Congreso, siento que hemos dado un pequeño paso. Como miembro de mi parroquia, me siento cómoda. Como miembro del MJRC, siento que podría reconocerse más el trabajo que llevamos realizando durante muchos años y ser militante me ha ayudado a entender que aún queda mucho camino por recorrer.
P.- ¿Cómo se ve un mundo que parece agonizar desde unos pujantes 25 años?
R.- Sientes que el camino solo acaba de comenzar, pero hace tiempo me hicieron comprender que debemos instaurarnos en el proceso. Ser conscientes de que nosotros no vamos a ver los cambios que puedan generar nuestros actos, que estamos trabajando para las siguientes generaciones y que solo manteniendo nuestros valores e ideas en continua crítica lograremos ser eficaces y productivos. No me gusta que se refieran a nosotros como “el futuro”, porque los jóvenes somos el presente y tenemos que formarnos y estar activos siempre, no solo cuando la sociedad nos considere lo suficientemente maduros. Todos tenemos responsabilidades.
P.- ¿Qué puede aportar la mujer a la pervivencia del mundo rural?
R.- Todo. Se asienta población gracias a ellas. Creo que suena fatal, pero aún seguimos instaurados en un sistema en el que la mujer trabaja, y además intenta compaginarlo con las labores del hogar, y el hombre puede permitirse el desplazamiento al lugar de trabajo y regresar luego a casa, por lo que de esta forma los hijos viven con ella, sea en un pueblo o en la ciudad, pero con ella.
P.- Cuando se habla del trabajo del campo, se habla de los agricultores. ¿Es que no hay mujeres campesinas?
R.- Se tiende a invisibilizarlas porque es cierto que, a efectos legales, son menos, ya que la titularidad recaía sobre el hombre. Lo cierto es que la mujer siempre ha trabajado en el campo y al mismo nivel que el hombre. En mi casa, solo hemos sido mujeres, no es una novedad que las labores del campo las realicemos entre nosotras.
Es que en el campo trabajaba todo aquel que podía trabajar de alguna forma, nunca sobraban las manos. Si podemos acabar en una hora, mejor que en cinco. Parece novedad que una mujer conduzca un tractor o similar e incluso he visto caras de incredulidad, ¿pero es que nos estamos volviendo locos…?