El coronavirus se ha hecho presente también en el rezo del Ángelus de hoy, 8 de marzo. Y es que, a diferencia de celebrarse en la plaza de San Pedro, hacia donde el Papa se asoma por una ventana para dirigirse a los fieles, la oración ha sido retransmitida desde la biblioteca del Palacio Apostólico de modo excepcional.
Una medida que se seguirá también en la audiencia del próximo miércoles y con la que la Santa Sede pretende “evitar el riesgo de contagio por el Covid-19 debido a las aglomeraciones durante los controles de seguridad en el acceso a la plaza”. “Rezo por las personas que sufren la actual epidemia de coronavirus y a todos los que la cuidan”, ha dicho el Papa después de la oración.
“Les recordaba mucho en estos días de retiro”, ha añadido Francisco, haciendo referencia a los días que ha pasado descansando debido a un resfriado. “Me uno a mis hermanos obispos, para que alienten a los fieles a vivir este momento difícil con la fuerza de la fe, la certeza de la esperanza y el fervor de la caridad”, ha subrayado, señalando además la importancia de tomar esta temporada de Cuaresma como una ayuda para “dar un sentido evangélico a este momento de prueba”.
Antes del rezo del Ángelus, Francisco ha reflexionado acerca del evangelio de hoy, sobre la Transfiguración de Jesús. “A través de este maravilloso evento, tres discípulos están llamados a reconocer en Jesús al Hijo de Dios que brilla con gloria”, ha explicado Francisco. De esta manera, “avanzan en el conocimiento de su Maestro, dándose cuenta de que el aspecto humano no expresa toda su realidad; a sus ojos se revela la vida futura y la dimensión divina de Jesús”.
“Debe enfatizarse que, en medio del grupo de los doce, Jesús elige llevar a Pedro, Santiago y Juan con él al monte, reservales el privilegio de presenciar la Transfiguración”, continuaba Francisco. “Sin embargo, Pedro, en la hora de la prueba, lo negará; y los dos hermanos Santiago y Juan pedirán tener los primeros lugares en su reino”, ha apuntado. Sin embargo, “Jesús no elige según nuestros criterios, sino según su plan de amor. Es una elección libre e incondicional, una iniciativa libre, una amistad divina que no pide nada a cambio”.
Y, al igual que llamó a esos tres discípulos, “así también hoy llama a algunos para que estén cerca de él, para testificar”. “Ser testigos es un regalo que no hemos merecido: nos sentimos inadecuados, pero no podemos contener la excusa de nuestra incapacidad”, ha matizado.
Francisco ha continuado señalando que, si bien “no hemos estado en el Monte Tabor, no hemos visto con nuestros ojos el rostro de Jesús brillando como el sol, pero, sin embargo, la Palabra de salvación también nos ha sido dada, la fe ha sido dada y hemos experimentado, en diferentes formas, la alegría de encontrarnos con Jesús”. “En este mundo, marcado por el egoísmo y la codicia, la luz de Dios está nublada por las preocupaciones cotidianas”, ha advertido el Papa. “Pero no debemos olvidar que el bautismo y la confirmación que recibimos nos hicieron testigos, no por nuestra capacidad, sino por el don del Espíritu”.