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Juan Carlos Elizalde en el 8 de marzo: “El cuerpo de Cristo es herido cuando sois heridas y atenazado cuando os silencian”





“Soy consciente de que mientras escribo estas líneas muchos de nuestros hermanos y hermanas, miles y miles, estarán en caminos tenebrosos, cruzando desiertos para llegar a Libia o atravesando El Salvador. Muchas de ellas son mujeres y niñas que, por su condición de mujeres, vivirán más violencia”. Así comenzaba su carta, con motivo del Día de la Mujer, Juan Carlos Elizalde, obispo de Vitoria y presidente de la Subcomisión de Migraciones y Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Española.



“Serán compradas como esclavas y utilizadas como moneda de cambio”, continúa el prelado. Y es que hoy la pobreza “tiene rostro femenino y la falta de oportunidades de las mujeres y niñas atraviesa todos los continentes”. Por eso, Elizalde recalca que “la suerte de unos y otros nos afecta”, por lo que “no podemos ser indiferentes a lo que viva alguno de nuestros hermanos, porque son nuestra carne”.

“En este día con rostro de mujer y de niña”, señala el obispo, las situaciones que atraviesan son algunas de “las realidades más sangrantes y dramáticas, que refleja con mayor crudeza el mundo en el que vivimos y la mercantilización del ser humano”. “La trata de personas -dirá el Papa de esta esclavitud- es un crimen contra la humanidad, un desgarro en la familia humana y por tanto también en el Cuerpo de Cristo”, asevera.

“No siempre hemos estado a la altura”

“Ante su grito y el de tantas mujeres que en pleno siglo XXI siguen viviendo situaciones de vulneración de los derechos humanos más elementales, la Iglesia eleva la voz junto a ellas y se pone a su lado, mano a mano, corazón con corazón, para abrir caminos de dignidad y de vida”, afirma.

Pero también, Elizalde recuerda que “en este tiempo de cuaresmal de conversión, como Iglesia, tenemos la oportunidad de pedir perdón porque no siempre hemos estado a la altura”. “El Cuerpo de Cristo sigue sufriendo hoy dentro y fuera de la Iglesia”, dice, y es “herido cuando vosotras las mujeres sois heridas, es atenazado cuando las mujeres sois silenciadas y relegadas a un segundo lugar, sufre cuando vuestros cuerpos son profanados y utilizados, sufre cuando vuestro rostro queda invisibilizado”.

“En este día, en el que tenemos presente a todas las mujeres del mundo, nos urge pedir al Espíritu para que nos renueve con su fuerza y nos ayude a dar pasos con audacia evangélica en la integración, paridad, colaboración y mutuo enriquecimiento de hombres y mujeres”, añade, subrayando que “como cristianos se nos llama a dejar nuestras seguridades, nuestras zonas de confort y nuestros esquemas ideológicos que nos separan de los demás y nos pertrechan en nuestros bloques, prejuicios y etiquetas”.

Del mismo modo, el prelado finaliza su carta animando a “cualquier mujer, joven o mayor”, que considere que en la Iglesia de Vitoria y en sus proyectos “puede hoy asumir más responsabilidades que las que actualmente desempeña, no tiene más que comunicarlo y lo discerniremos juntos”.

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