Ser ecónoma es mucho más que contar monedas. Se necesita una capacidad de discernimiento y visión estratégica. “Ir más allá de lo inmediato”, apunta Marian Murcia, ex ecónoma general de la Sagrada Familia de Burdeos y una de las religiosas con más predicamento a la hora de gestionar los dineros.
Junto a Inma Naranjo, administradora provincial de la Compañía de María, son las dos únicas mujeres que acompañan a la presidenta de la CONFER, Mariña Ríos, en el Equipo de Reflexión sobre Economía de los religiosos españoles. Ambas son hoy la voz de una de las labores menos visibilizadas en las Congregaciones, pese a que ahora algunos Institutos optan por formar a hermanas en esta tarea. Porque las religiosas también se sitúan en las fronteras del conocimiento. En este caso, en un mundo de hombres: la economía.
“En la Iglesia tienes que ser muy buena para que te escuchen siendo mujer y hablando de economía, incluso más que fuera. Tienes que demostrar que eres muy capaz, y no digo que nosotras dos seamos las mejores”, dice entre risas Marian, que ha llegado a formar parte del comité ético de un fondo de inversión, y no por ser religiosa, sino por su perfil profesional.
Habla en este sentido también Inma: “Me siento escuchada en mi Congregación, por los laicos con los que trabajo y por el personal de bancos, por ejemplo, que te respetan cuando se dan cuenta de que sabes. Donde he notado menos escucha es en algunos ámbitos de Iglesia. Necesitamos más tiempo de trayectoria y que nos conozcan para que nos tengan en cuenta”.
Inma hace un primer análisis de lo que es una ecónoma hoy: “Sigue siendo todavía bastante gestora (manejo de las cuentas, proveedores…)”. Sin embargo, una administradora “tendría que tener una visión más estratégica, una mirada más a largo plazo. La ecónoma no es la que toma las decisiones, lo hace el gobierno, pero tiene que dar elementos suficientes de juicio. Si estamos focalizadas en lo técnico, en lo urgente, no podemos dedicar tiempo a mirar a largo plazo”.
Por suerte, aunque no es la tónica general, ella está a medio camino entre la visión y la gestión, puesto que cuenta con un equipo de laicos formados en estas cuestiones que le permiten dedicarse a mirar a futuro. Y ese medio camino se hace realidad al tener que cortar unos segundos la entrevista para poder atender al técnico del ascensor que llega a la casa provincial. “No se puede hacer todo, no somos súper mujeres aunque a veces lo queramos”, indica sonriendo.
Marian, siempre con humor, se ríe a carcajadas ante la situación. Pero le da tiempo para hacer su dibujo sobre el papel de las ecónomas. “Por desgracia, nos centramos en la gestión del día a día (el mantenimiento de la casa, los inmuebles, pagos…). El 90% del tiempo se lo lleva estas tareas. Debería ser lo contrario: centrarnos en la visión, el largo plazo…”, explica. En su opinión, el problema que tienen muchas Congregaciones es que con la ecónoma, se improvisa.
“Hoy nos encontramos ante una complejidad económica que nada tiene que ver con hace 25 años. Una de las anteriores ecónomas provinciales de mi Congregación me decía que todo lo que le contaba sobre inversiones le sonaba a chino. Gestionamos lo mismo, pero el modo no tiene nada que ver”, añade.
En la misma línea se pronuncia Inma: “Las superioras son conscientes de que ecónoma no puede ser cualquier hermana, pero se hace lo que se puede”. Y continúa: “Cada vez se ve más que estos temas son significativos. Se es consciente de que nos estamos jugando nuestra viabilidad. Ahora que faltan recursos humanos, todavía nos cuesta trabajar con laicos o en red con otras congregaciones”. Es aquí cuando la religiosa de la Compañía de María se refiere a la intercongregacionalidad.
“Si en otros temas trabajamos juntos, ¿por qué en economía no?”. En este punto incide Marian: “Es importante trabajar en equipo. Estamos cada una en nuestro mundo. Si empezáramos a trabajar entre nosotras, tendríamos más potencia y capacidad”. La formación económica es uno de los talones de Aquiles de la Vida Religiosa femenina. “El 90% de las ecónomas no están formadas para desempeñar la tarea. A los religiosos les han preparado, quizá porque ellos le han dado más importancia al aspecto económico”, reconoce Marian, al tiempo que Inma asiente.
En sus casos, la religiosa de la Sagrada Familia de Burdeos es casi autodidacta. Pese a que sus estudios –Pedagogía– no apuntaban a los números, la dirección durante ocho años de una fundación la catapultó hasta el gobierno general, donde se desempeñó como ecónoma. Tras su máster aplicado, hizo un curso internacional sobre liderazgo y hoy facilita capítulos y acompaña a varios Institutos en la formación económica o gestión de inmuebles.
La formación de Inma sí es estrictamente económica. Se planteó su vocación en pleno doctorado y ya había estudiado Empresariales. Más tarde, la Compañía de María, consciente de sus talentos, le facilitó el acceso a un máster sobre mercados financieros. Tras dos años de trabajo mano a mano con la anterior ecónoma, desde hace cinco años es la responsable en España. Y aunque ella disfruta con el trabajo en el aula, no parece que el gobierno provincial la vaya a dejar escapar pronto.
Ambas hacen hincapié en no tener miedo a la economía. “Tenemos que encontrarle una espiritualidad”, dice Marian. Y prosigue Inma: “Somos una empresa, pero una empresa diferente, con unos fines que se encarnan en la misión. Nuestros criterios no son solo económicos. Hay que ser eficaces, pero nuestra ética es el Evangelio y tenemos que hacer una economía humana”. Le interrumpe Marian para insistir en esta misma idea: “Tenemos que aprender de los profesionales, porque hemos pasado de una economía de andar por casa, a tener que profesionalizarnos”.