Haro no está aislada. Ni despliegues policiales ni barriadas aisladas ni gente con mascarillas por las calles. Y sus iglesias no están ni mucho menos cerradas. Lo confirma a Vida Nueva Javier Osés, el párroco de la localidad riojana que se ha convertido en el lugar con mayor número de contagiados por el coronavirus de acuerdo con su población: unos 40 casos entre 12.000 habitantes.
Ayer domingo se celebraron con normalidad las cuatro eucaristías habituales en la parroquia, además de otra en una comunidad religiosa. Tan solo se ha suspendido la misa que se celebra los sábados en una residencia de ancianos, acorde con las restricciones de acceso a estos centros marcadas por las autoridades públicas.
Rutina con precaución
“Nuestras misas no están en cuarentena. Puedo garantizar que los que vivimos aquí, seguimos con nuestra rutina, con normalidad, siguiendo las debidas precauciones, pero sin entrar en exageraciones”, explica el presbítero, que confirma que han seguido las indicaciones planteadas por la Conferencia Episcopal el pasado viernes y reforzadas por el Obispado de La Calzada-Logroño. Tampoco se han visto alteradas las catequesis dominicales de los diferentes grupos parroquiales: “Han faltado muy poquitos niños y lo han hecho por los motivos habituales”.
“Como el gesto de la paz es potestativo, el sacerdote ha ofrecido la paz con la fórmula habitual de ‘la paz del Señor esté con vosotros’ y se ha omitido el paso siguiente”, detalla Osés, que confirma que ha recomendado recibir la comunión en la mano. “Prácticamente todo el mundo ha optado por esta posibilidad”, añade.
No a estigmatizar
“Prudencia sí, miedo no”, es su lema ante esta coyuntura. “No percibo miedo a la epidemia, pero sí noto que la gente está viviendo con un poco de dolor porque se esté poniendo el foco en Haro y quizá se están cargando las tintas demasiado dando la impresión de que Haro es una ciudad en cuarentena”, expresa el sacerdote, que confirma, según ha podido comprobar como un vecino más, “los afectados están cumpliendo su periodo de aislamiento tal y como pide el protocolo de actuación”.
“Por eso, hemos pedido en las misas para que todo vuelva pronto a la normalidad y para que las personas afectadas se recuperen”, desea el párroco, que también hace un llamamiento para que “no se estigmatice ni culpabilice a nadie, en este caso, a la comunidad gitana, porque el contagio podría haberse producido por cualquiera”.
Alerta mediática
En este sentido, Osés sí cuestiona los efectos de la repercusión mediática: “Hoy en misa de doce, un fotógrafo que no sé de qué medio de comunicación sería, se ha presentado y ha estado sacando fotos a cada uno de los momentos de la eucaristía. Nos ha dado la sensación de estar controlados para ver si estábamos haciendo las cosas bien”. En esta misma línea, admite que “la presencia policial alarma un poco, aunque entiendo que es para garantizar la seguridad”.
Al sacerdote le preocupa que “no hemos tenido las visitas turísticas de los fines de semana. Y eso lo hemos notado tanto en la parroquia como en las bodegas, restaurantes y hoteles. Por miedo no han venido, y sí me genera preocupación el impacto que pueda tener a corto y medio plazo sobre los negocios de la hostelería del municipio”.