Los datos publicados por la Oficina Central de Estadística de la Iglesia han mostrado una tendencia desde hace algunos años: la caída de las vocaciones femeninas. Ante un aumento de católicos en el mundo, que alcanza los 1.313 millones, el número de quienes han elegido la vida consagrada decrece y la mayor disminución se produce entre las mujeres.
Desde 2010, las religiosas han bajado en unas 10.000 al año, hoy son menos de 650.000. Aumentan en África y Asia, disminuyen en América, Europa, Oceanía. Los miembros de los institutos seculares de mujeres se están reduciendo, hoy hay alrededor de 22.000. En este caso suben en África y Asia, bajan en América, Europa y Oceanía
Los datos llevan a algunas reflexiones. El papel desempeñado por las religiosas va en paralelo con el papel y la posición de las mujeres en la sociedad. En el pasado, las consagradas acogían a los peregrinos que necesitaban refugio en la Edad Media, cuidaban a las personas que padecían enfermedades contagiosas y estaban al lado de los hombres que murieron en los campos de batalla de la guerra civil estadounidense, por ejemplo.
Hoy van al rescate de personas atrapadas en los horrores de la trata de personas, acogen inmigrantes y refugiados en campamentos en todo el mundo, se ocupan de las comunidades católicas cuando faltan sacerdotes… Las mujeres consagradas han estado y siguen estando presentes donde las deficiencias de la sociedad han creado vacíos. No solo son esenciales para la salud general de la Iglesia, sino también para la salud general de la sociedad.
Fue gracias a las religiosas que nacieron los primeros sistemas educativos, de salud y sociales en el mundo. En zonas como Europa y América del Norte, donde ahora el Estado proporciona estos servicios, las mujeres consagradas se han hecho a un lado lentamente y han trasladado recursos humanos y materiales, a África y Asia. Pero los factores sociales que una vez las atrajeron a la vida consagrada también han cambiado.
Antes, las familias enviaban a sus hijas al convento para que recibieran una educación o porque ya no podían mantener a todos sus hijos, y las jóvenes entraban en la vida religiosa porque les ofrecía oportunidades de estudio y profesionales. Ahora esto ya no sucede. Además, permanece un problema sobre el que reflexionar: las religiosas no solo disminuyen, sino que están envejeciendo y no son sustituidas por una generación más joven.