Muchas décadas después de su asesinato en 1968, la lucha de Martin Luther King por los derechos de los negros en Estados Unidos la libró con todas sus fuerzas su esposa y madre de sus cuatro hijos, Coretta Scott King. De hecho, el mítico ‘I have a dream’ perduró incólume hasta el fallecimiento de ella, en 2006.
Aunque su nombre no haya trascendido tanto como el de su marido, Coretta Scott fue hasta el final una bandera por los derechos humanos más allá de la cuestión racial. De hecho, fue un apoyo clave para varios presidentes estadounidenses, como Lyndon B. Johnson, Ronald Reagan o George W. Bush.
Comprometida en numerosas causas
Todos ellos tomaban nota (lo aplicaran luego o no) de lo que esta les argumentaba en la denuncia de la pena de muerte, la homofobia o el antisemitismo, así como en la defensa de la igualdad sexual en el trabajo o en el impulso de la educación en contextos populares, comprometiéndose activamente también en las campañas para la concienciación sobre el sida. En 2003, pese a su cercanía a Bush, no dudó a la hora de rechazar vehementemente la invasión de Irak.
Mucho antes, en los años 80, el prestigio de la activista había trascendido más allá de sus fronteras y se implicó en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, de la mano de Winnie Mandela, la mujer de Nelson Mandela, clamando por su salida de la cárcel.
La libertad, siempre en juego
Entre las frases que ha legado para la Historia, con la misma pasión y fuerza que el “yo tengo un sueño” de Luther King, resalta esta: “La libertad nunca se ganó realmente. Te la ganas en cada generación”.
Ejemplo de su profunda espiritualidad (su marido era reverendo y ella estuvo siempre muy ligada a la Iglesia bautista de Atlanta), es esta intervención suya: “El 3 de abril de 1968, justo antes de ser asesinado, Martin pronunció su último discurso público. En él habló de la visita que él y yo hicimos a Israel. Además, nos habló sobre su visión de la Tierra Prometida, una tierra de justicia e igualdad, hermandad y paz. Martin dedicó su vida a los objetivos de la paz y unidad entre todos los pueblos, y quizás en ninguna parte del mundo hay una mayor apreciación de la conveniencia y la necesidad de la paz que en Israel”.
Catorce años después de su muerte (y más de 50 del asesinato de su marido), el sueño es Coretta Scott sigue siendo necesario y urgente: paz y respeto para la auténtica la fraternidad humana.