A las 2 de la madrugada de hoy, sábado, murió en su casa el cura obrero Mariano Puga, acompañado de integrantes de su comunidad, ‘La Minga’, en la Villa Francia, sector popular de la zona poniente de Santiago.
Tenía 88 años. Su muerte se produjo por la gravedad del cáncer linfático que le afectó el último año, y que él mismo informó oficialmente cuando se le declaró. Ahora, después de algunos días hospitalizado, regresó a su casa donde pudo palpar sus muros y decir, en un hilo de voz, “la casa”. Se trata de una vivienda pequeñísima, de madera, muy modesta en la que ha vivido las últimas décadas.
La comunidad de La Minga anunció su muerte diciendo que “ha partido desde su amada Minga al encuentro con Cristo, el que lo ‘chaló’ (transformó), amó y movió a entregar su vida por el pueblo oprimido y pobre”.
Mariano nació en una acaudalada y aristocrática familia santiaguina. Sus estudios primarios y parte de los secundarios los realizó en Londres y los terminó en Santiago. Estuvo en la Escuela Militar y luego cursó algunos años de arquitectura en la Universidad Católica de Chile, estudios que abandonó para ingresar al Seminario de Santiago.
Mientras estudiaba arquitectura, con un grupo de compañeros hicieron un trabajo sobre vivienda social en una de las zonas más pobres de Santiago, lo que impactó a Mariano y lo llevó a optar por el sacerdocio. Fue ordenado sacerdote en 1959 y enviado a París a estudiar Liturgia y luego hizo otros cursos en Italia y Bélgica, obteniendo el doctorado en Teología Moral.
Durante el gobierno de la Unidad Popular, trabajó como obrero en el mineral de Chuquicamata, en el norte de Chile, sufriendo la explotación laboral. Con laicos y sacerdotes fundan el movimiento “cristianos por el socialismo” que generó controversia en la iglesia de Chile, lo que le mantuvo en una permanente crítica de parte de muchos.
Con la dictadura militar, llega a Villa Francia donde empieza a trabajar como pintor de obra gruesa, labor en que estuvo más de 15 años. En 1974, mientras trabajaba fue detenido y conducido a centros secretos de detención, uno de ellos Villa Grimaldi, hoy ‘Parque de la Paz’, donde será velado mañana.
A mediados de los 80, fue recibido en audiencia por el general Augusto Pinochet, líder de la dictadura militar, a quien enrostró la situación de Derechos Humanos que afectaba a opositores políticos.
Durante 10 años (1992 a 2002) fue párroco de la población La Legua, de mucha pobreza y con un sector copado por narcotraficantes.
En su opción por estar con los más pobres y marginados, decidió dedicar 10 años a vivir en una pequeña isla del archipiélago de Chiloé, donde colaboró pastoralmente en la formación de los ‘fiscales’ (laicos líderes religiosos) y animó varias comunidades vecinas. En febrero de este año 2020, pese a su enfermedad viajó a esa comunidad de Chiloé donde compartió con una gran cantidad de personas, celebrando con ellos el 60 aniversario de su ordenación sacerdotal.
El año 2009 la Universidad Alberto Hurtado le había otorgado su premio anual “Héroe de la Paz” en una ceremonia que encabezó la Presidenta de la República, Michelle Bachelet.
En 2016, celebró Misa en la cárcel especial para militares y civiles, reos por delitos contra los derechos humanos, debido a que algunos de ellos pidieron simbólicamente perdón por los crímenes cometidos durante la dictadura.
Tras el ‘estallido social’ de octubre pasado, Puga difundió una carta de apoyo a esa manifestación popular titulada “¡El despertar no tiene que morir nunca más!”
Su amigo desde la juventud, Manuel Vergara, padre de Rafael y Eduardo jóvenes asesinados por la represión militar durante la dictadura, ha dicho con ocasión de su muerte: “pareciera que fue el último cura que juntó la fe con lo social y lo político. Entregó su vida al cristianismo y a los pobres, a los sin poder. No conozco a los curas de hoy, pero ojalá haya más Marianos”.