En el domingo 3º de Cuaresma, cuando se repasa el texto evangélico de la samaritana, la situación sanitaria en torno al coronavirus ha obligado a dispensar del precepto dominical. Como alternativa, para una situación extraordinaria como esta, está la comunión espiritual. Son muchos los santos que han invitado a ella en momentos en los que acceder a la comunión sacramental se vuelve imposible. Más allá de toda ideología (eclesiástica) tratamos de explicar esta manera de unirse a al Pan de Vida.
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La historia de la eucaristía y de uno de sus momentos más intensos, la comunión, está llena de matices. Aquel “Tomad y comed” se ha revalidado con el movimiento litúrgico del siglo XX y un redescubrimiento de la eucaristía que transformó la práctica de la Primera Comunión o la participación diaria en este momento de la comunión individual.
La fuerza misteriosa de la eucaristía hasta entonces se entendía la comunión en la misa como algo muy excepcional reservado incluso para la comunión del día de Pascua. El actual catecismo de la Iglesia tras el Vaticano II ha reducido el espacio dado a la comunión espiritual para tratar de explicar mejor la centralidad de la eucaristía frente a toda sospecha de ritualismo mágico. Si embargo, el catecismo de Trento invitaba ampliamente a insistir en la comunión espiritual como reservando la auténtica comunión para los más ‘puros’.
¿Qué es la comunión espiritual?
El tiempo ha pasado y en situaciones como la emergencia del coronavirus se entiende ahora otra dimensión de la comunión espiritual. Pero, ¿qué es? La Diócesis de Vitoria, la primera en tomar las medidas más restrictivas, define este gesto como “un acto de deseo” que consiste en “expresarle a Jesucristo que deseamos recibirlo en el corazón”.
Y es que Jesús, dice el evangelio de este domingo (Jn 4), el culto cristiano es “en espíritu y verdad”. Por eso, en cualquier lugar y situación el creyente se puede encontrar con Dios y sentir la unión, la comunión. El deseo va unido de un disposición interior con la que en medio de nuestros silencio la presencia de Dios puede habitar nuestra intimidad.
El sínodo de la Amazonía ha dejado el testimonio de quienes viven la eucaristía de forma esporádica. Sin embargo, no han dejado de valorar la fuerza de la ‘fracción del pan’ para el camino del creyente. Como los pueblos indígenas de las selvas más remotas, son tantos los que se ven privados de la comunión sacramental debido a las persecuciones religiosas o las situaciones de violencia generalizada.
¿Cómo se hace la comunión espiritual?
No hay fórmulas establecidas. Las recomendaciones de santos y autores de espiritualidad ayudan a quienes necesariamente han de hacerlo a menudo, bien sea por la enfermedad o las circunstancia. La clave es hacer consciente este deseo de recibir a Jesús y que el sea aliento de vida cotidiana.
A ese deseo consciente, le puede acompañar una aclamación espontánea que muestre esta disposición para que el se haga presente en corazón ya que no podemos recibirlo de forma sacramental como cualquier día en el templo; así “Él vendrá a unirse a vosotros en una dulce intimidad” –decía san Alfonso María de Ligorio–. En este sentido, hay muchas oraciones que pueden ayudar a poner palabras a este deseo interior. “Cuando sentimos que el amor de Dios se enfría, ¡corramos pronto a la comunión espiritual!”, recomendaba el cura de Ars y este tiene que ser uno de los efectos.