Hace 15 años que dejó la diócesis de Ancud, en el archipiélago de Chiloé, donde fue obispo por 30 años, y aún se mantiene plenamente activo. Juan Luis Ysern es Vicario Judicial de la diócesis de Talca, y participa en variadas actividades que apuntan a la renovación de la Iglesia en Chile.
Tiene una vitalidad admirable, cuando está a dos meses de cumplir 90 años. Desde su experiencia en el ámbito judicial, ha puesto en marcha un programa de complementación pastoral a los procesos de estudio de eventuales nulidades matrimoniales, contribuyendo a la aplicación del Motu Proprio “Mitis Iudex Dominus Iesus”, del Papa Francisco.
Otro de sus temas preferidos surge desde su experiencia episcopal en Chiloé: la sinodalidad. Entusiasmado por la insistencia que hace el Papa en este tema, considera que es un camino muy necesario y válido para la renovación de la Iglesia, atendiendo al “clamor de la humanidad”, como apuntó el Concilio Vaticano II.
Ysern respondió preguntas de Vida Nueva sobre este tema:
PREGUNTA.- ¿Qué actualidad tiene, monseñor, la sinodalidad?
RESPUESTA.- La sinodalidad es nota de la Iglesia desde el primer momento. La vivieron los Apóstoles, junto con el Pueblo de Dios de los diversos lugares. Lamentablemente se fue perdiendo el protagonismo que les corresponde quedando los fieles en una postura muy pasiva. Pero en la actualidad el Papa Francisco está insistiendo en esta sinodalidad de todo el Pueblo de Dios.
P.- ¿Y su incorporación a la institucionalidad eclesial hoy?
R.- Precisamente el ejercicio firme de la sinodalidad de todo el Pueblo de Dios implica, al mismo tiempo, el rechazo al clericalismo y abuso de poder de parte del clero, que se institucionalizó. Por ello mismo, se hace urgente vivir con firmeza la sinodalidad, de modo que se produzca el cambio de institucionalidad que permita vivir la conversión de las estructuras y contribuir a mejorar la Iglesia. El clero tiene su lugar al servicio del Pueblo de Dios, no para suplirlo.
P.- Monseñor ¿cómo era el Sínodo en Ancud?
R.- Era Sínodo Permanente. Sínodo es el camino de la Iglesia haciendo realidad la corresponsabilidad del Pueblo de Dios en su vida y misión. Eso lo comenzamos con una asamblea sinodal que hizo ver que, para ser fieles a Jesús, Camino, Verdad y Vida, teníamos que dar testimonio de Él, caminando todos juntos como Pueblo de Dios en marcha. El recorrido lo evaluábamos todos los años y pasados cinco años considerábamos terminada una etapa y teniendo presente esa evaluación con sus logros y deficiencias y analizadas sus causas, dábamos paso a una nueva etapa quinquenal pero siempre con el mismo objetivo. Cada etapa comenzaba con la Asamblea calificada como Sínodo quinquenal y que era seguida del plan pastoral quinquenal que se tenía que adaptar a cada isla o capilla sobre la base de tres ejes: “escuchar al Señor”, que nos habla en el Evangelio y desde la realidad; “transformar la realidad”, según los problemas de cada isla; y “caminando juntos”, como Pueblo de Dios en marcha. Este fue el Sínodo Permanente desde 1975 hasta 2005.
P.- ¿Qué significa que sea permanente?
R.- Usualmente se entiende “Sínodo” como una asamblea que termina con un cuerpo de doctrina y normas u orientaciones que quedan establecidas. Al decir “Sínodo Permanente” lo que se pretende es dar comienzo a un camino con todo el Pueblo de Dios de modo que se mantenga atento a la realidad. Es un camino que puede tener muchas etapas. Cada etapa comienza con una asamblea sinodal sobre la base de lo alcanzado en la etapa anterior y la realidad del momento que va cambiando en forma cada día más acelerada. De este modo las normas pueden ir cambiando según la realidad del momento, pero siempre orientadas al objetivo permanente de transformar la realidad en dirección al Reino, según el Evangelio. Significa estar siempre a la escucha del clamor de la humanidad, teniendo presentes los designios de Dios que se nos hacen visibles en Jesucristo
P.- ¿Es lo mismo que dice el Papa con la palabra sinodalidad?
R.- La sinodalidad hace referencia a la corresponsabilidad de todo el Pueblo de Dios en la vida y misión de la Iglesia, en lo cual insiste el Papa en todo momento. También el Obispo, en su servicio al Pueblo de Dios, lo hace en colegialidad, esto es en la comunión del Colegio Episcopal con el Obispo de Roma. Al realizarse de este modo la sinodalidad diocesana, cada Diócesis mantiene con vida su camino dentro de la Iglesia Universal presidida por el Papa.