Dos viejos amigos y vecinos de La Coruña. Dos personas con conciencia cívica plasmada en su implicación política, pero también de fe. En un caso, comprometida en el día a día, como la de Francisco Vázquez, ex alcalde de La Coruña y embajador en la Santa Sede con el Gobierno de Zapatero; en el otro, con un poso que dejó una educación religiosa en un colegio de los dominicos en el escritor y ex ministro de Cultura César Antonio Molina. Dos personas concienciadas sobre la situación generada por la pandemia por coronavirus y por el papel que le toca también jugar a la Iglesia en estos días aciagos. “La Iglesia tendría que estar más presente en estos momentos, que se hiciese notar que está ahí, ¿no?”, sugirió Molina a su amigo.
Dicho y hecho. Vázquez, con una buena agenda eclesiástica de su época de embajador y “engrasador” de las relaciones entre el Gobierno socialista y la cúpula de Añastro, con Rouco y Cañizares entonces como referentes, redacta un mensaje que envía por WhatssApp, en donde indica que “creemos que las campanas de las iglesias de España a las 12, hora del Ángelus, deberían repicar para pedirle a Dios por todos los enfermos, encomendarle a los profesionales sanitarios, reconfortar a los que sufren, iluminar a los gobernantes, y para que los creyentes le rezasen a la Virgen. Díganselo a la Conferencia Episcopal. Es la manera de recordar la presencia de Dios y de la Iglesia en esta hora de tribulación”.
Le llegaron los primeros ecos de algunos obispos y párrocos de diversos lugares de España, algunos de los cuales inmediatamente adoptaron la iniciativa e hicieron repicar las campanas parroquiales. Dos días después, llegó la noticia de que la Conferencia Episcopal invitaba a tocar las campanas a la hora del ángelus.
“Queríamos mostrar la experiencia de una Iglesia de puertas abiertas para acoger a los más necesitados, tal y como ha pedido el papa Francisco, de que los templos permanezcan abiertos para acoger a quien lo necesite, y pienso sobre todo en los sin techo, para los cuales esta situación puede ser una tragedia”, apunta Francisco Vázquez a esta revista.
“Lo que buscábamos era no quedarnos, en este momento, como una Iglesia, difuminada, sí que la ciudadanía sepa, como antaño, que con el toque de campana, que se producía en casos de guerra, pestes u otras calamidades, la Iglesia está por la acogida y atención a los más vulnerables. Además, nos gustaría que fuese un toque de campana ecuménico, es decir, que otras iglesia pudiesen sumarse a este significado. Y también otras religiones”.