Leo Ramos Sierra, sacerdote diocesano de Salamanca, es muy activo en las redes sociales. Desde ellas, precisamente, lleva días clamando para incidir en la conciencia ciudadana y en que la gente no salga de su casa. Sin excepciones… Tampoco ir a misa. Algo para lo que él ha puesto ‘remedio’, transmitiendo on-line, en directo, la eucaristía de este domingo desde el salón de su hogar.
“Todos necesitamos –reclama– parar y mirarnos por dentro. Va en nuestras entrañas. Siempre nos quejamos de las prisas, de que lo urgente puede a lo importante, de que nos cuesta hacer y encontrar silencio para entrar en contacto con nosotros mismos, de que vamos por encima de nuestras posibilidades. Sí, nos falta tener conciencia y tomar contacto con nosotros mismos, es decir, vivenciarnos desde lo más profundo de nosotros mismos”.
“La Cuaresma –añade– nos ofrece a los cristianos un tiempo especialmente indicado para bucear dentro de nosotros mismos, para sumergirnos en nuestras luces y oscuridades, nuestros deseos y motivaciones, nuestras raíces y nuestras alas, nuestras luchas y nuestras rendiciones, nuestras apuestas y nuestras renuncias… Solo cuando uno realiza este viaje interior es cuando puede realizar el viaje exterior de salir al encuentro de Dios, el resto de personas y todo lo que nos rodea”.
Este viaje espiritual cuaresmal no es ni mucho menos un viaje de placer, al menos en muchas ocasiones. En efecto, el silencio, el desierto y la soledad pueden asustar al más ‘pintao’. Por eso, además de ser difícil sacar tiempo para realizar esta aventura, nos ponemos nuestras propias excusas porque nos da miedo mirarnos cara a cara”.
Sin embargo, “este año parece que se nos pusiera un poquito más ‘fácil’ este encuentro con nosotros mismos. Aunque no nos lo esperábamos, hemos encontrado un ‘aliado’, el COVID-19. El hecho de tener que guardar confinamiento en casa como medida de prevención hace que nos veamos obligados a pasar más tiempo con nosotros mismos y plantarnos cara sí o sí”.
“El coronavirus –entiende Ramos– nos está brindando la posibilidad, en cierto modo, de redescubrir las relaciones con Dios y con las personas. ¡Qué impotencia no poder dar un abrazo o un beso a mis padres, no poder saludar o ver sonreír a los cristianos de mi parroquia, o tomarme algo en un bar con mis amigos! No solo redescubrir, sino desarrollar el ingenio para recrear, reelaborar esas relaciones de una manera más creativa, saliendo de la rutina en la que normalmente nos movemos”.
Un caminar en soledad, desértico, en el que el mismo sacerdote ha hecho lo que jamás pensó que haría: “Y así, yo, que nunca he sido de celebrar solo la eucaristía, me veía forzado a celebrar sin nadie en la sala de estar de mi casa. Triste celebrar un banquete uno solo, sin mi gente, mis abuelas, mis ‘parlaos’ después de la misa. Es verdad, Dios está con nosotros en la eucaristía y, en la eucaristía, todos los hombres y mujeres del mundo, pero no es igual”.
Eso sí, desde el primer instante tuvo claro que esa misa no era para él solo, aunque no lo viera con sus ojos: “Pensé: ‘¿Y si nos servimos de las redes sociales para que Dios circule también por ellas?’. Así he podido acortar distancias con los cristianos a los que me debo. Es una manera de acercarnos, crear vínculos, personalizar lo que de modo habitual no tengo que hacer porque es una eucaristía presencial. No fue un encuadre ni un sonido perfecto, ni siquiera soy youtuber, pero Dios va más allá de nuestras limitaciones. Es un modo de pasar del #yomequedoencasa al #yorezoencasa, viviendo la Cuaresma de otra manera”.
“Aunque parezca una contradicción –concluye–, y más viniendo de un cura, en estos momentos de peligro para la salud de las personas, el mejor testimonio que podemos dar como cristianos es no ir a misa. Esta es una manera de cuidarnos responsablemente a nosotros mismos, unos a otros, y de poner a Dios en medio de todo, aunque no sea de la manera habitual”.