El Covid-19 solo podrá vencerse con “los anticuerpos de la solidaridad”. Es el consejo que el arzobispo italiano Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, ofrece en una nota publicada este martes y que anticipa algunos de los contenidos del documento ‘Coronavirus y fraternidad humana’, en el que está trabajando esta institución de la Santa Sede para ayudar a encontrar “un sentido a este tiempo suspendido entre la preocupación y la cuarentena”.
En el momento actual “ningún gobierno, ninguna sociedad, ningún tipo de comunidad científica pueden considerarse autorreferenciales”, escribe Paglia, que lamenta la postura contradictoria tanto de Europa como de otras entidades ante esta crisis. “Por una parte se ven señales de colaboración, pero por otro lado por desgracia emergen otras en sentido opuesto. Sería importante que las decisiones de los gobiernos se tomaran de manera coordinada. Es urgente, diría que indispensable, una mesa común”.
El presidente de la Pontificia Academia para la Vida invita a ver en el prójimo a un aliado y no a una amenaza. “El otro es la persona que me saluda a un metro de distancia porque me protege a mí y a sí mismo. Y cuando me quedo en casa y respeto las indicaciones de las autoridades sanitarias, actúo en favor del bien común, para hacer que todos juntos salgamos lo antes posible de esta emergencia”. La experiencia de estas semanas “difíciles” y el “significado profundo” del encierro ofrecen una lección: “nos sacrificamos por nosotros y por los demás”.
Momento crucial
La pandemia del coronavirus ha colocado a la humanidad frente a un momento “crucial” de la historia para el que hay que prepararse y transformar así “nuestra resiliencia en una oportunidad trascendental que nos persuada, de una vez por todas, de la necesidad de despedirnos de un estilo de vida individualista, poco hospitalario y sin afecto de nuestros propios lazos: afectivos, económicos, políticos e institucionales”.
Paglia critica a quienes se resignan a que los mayores mueran por el Covid-19 al calificar de “delirante” que se hable de “selección para ser descartados”. “La dignidad no tiene edad”, insiste, para mostrar finalmente su respaldo a que las parroquias permanezcan abiertas. “Sería como cerrar las farmacias y los hospitales. Claro, hay que respetar con rigor todas las normas establecidas, tal vez también con horarios”. Que las iglesias no estén clausuradas es “la señal de que el más allá está abierto, no cerrado”.
