“Todos juntos, como cualquier familia, encerrados en casa”. Así pasa el cardenal Juan José Omella este confinamiento obligatorio, junto a sus dos obispos auxiliares y su secretario, en un modelo de Iglesia doméstica que puso en marcha nada más llegar a Barcelona, aunque no para de atender llamadas, escuchar las dudas de sus curas ante una situación extraordinaria, preocuparse por la salud de ellos, uno de los cuales está en la UCI.
En estrecho contacto con la nueva Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal, el arzobispo de Barcelona modula la respuesta oficial de la Iglesia española a una declaración de estado de alarma que se produce once días después de ser elegido presidente del Episcopado español. “La Iglesia está en cuarentena, pero no parada”, cuenta a Vida Nueva desde la terraza de su vivienda, a la que se asoma de vez en cuando para respirar aire fresco, pensar y rezar.
El purpurado señala que la Iglesia se ha puesto en contacto con el Gobierno para ofrecerles su ayuda en todo lo que se puede necesitar en estos momentos. “Nos hemos puesto al servicio de las autoridades. La Iglesia siempre ha estado con las puertas abiertas para cualquier cosa que se necesite. Ofrecemos personas, tiempo, instalaciones y todos nuestros recursos. Siempre lo hemos hecho, y más en unas circunstancias tan especiales como las que estamos viviendo. Si lo necesitan, en lo que podamos, ahí estaremos”.
“A todos nos cuesta tener que decir que no se celebre la eucaristía públicamente. Nos cuesta mucho. A los sacerdotes, los primeros, y también a toda esa gente que necesita del pan de la eucaristía, que necesita vivir y practicar la fe, y estar en la iglesia junto al altar”, señala a propósito de una medida de excepción ocasionada por el coronavirus, pero que ni todos han entendido ni seguido en sus diócesis.
Pero él lo tiene muy claro: “Es un momento para llamar a la responsabilidad, porque si los expertos en epidemiología nos dicen que es conveniente no congregarnos, habrá que hacerles caso, como se ha hecho en China o se está haciendo en Italia. Tampoco nos gusta encerrarnos en casa. Pero lo hacemos”, señala.
Con todo, el purpurado subraya el hecho de que, sin embargo, “las iglesias la hemos dejado abiertas, al menos así lo hacemos en mi diócesis, para que aunque sea por unas horas, se pueda ir a rezar, pero garantizando ya que no se encontrarán con una aglomeración en el templo”, tal y como se estipula en el real decreto que puso en vigor el vigente estado de alarma.
En todo caso, Omella recuerda que “se puede seguir rezando a través de los medios de comunicación, de la radio, de la televisión, participando en las celebraciones que, por streaming, estamos haciendo en toda España en parroquias y catedrales”.
Con esta “comunión espiritual”, como la denomina, “no aislamos a los fieles, sino que seguimos potenciando el hacer Iglesia y la eucaristía a través de unos medios que hoy resultan excepcionales”. “Y no olvidemos que esto también es potenciar la Iglesia doméstica, la de cada hogar”, remarca el cardenal, en una entrevista en la que también aborda cómo está afectando al conjunto de la sociedad el impacto de “algo que ni siquiera se ve a simple vista”.