Son 40.000 en España, la mayoría, varones, aunque cada vez hay más mujeres sin techo. “Cuando ellas acaban en la calle, es porque ha agotado todos los recursos, porque luchan hasta el último minuto”, afirma Tíscar Espigares, responsable de Sant’Egidio en España. El miedo al coronavirus ha logrado que estas personas ya no sean como el mobiliario urbano, sobre el que resbalan las miradas. Ahora directamente se las evita, se da un rodea para no cruzarse con ellas.
Espantado también el turismo, un centenar de personas duermen cada noche bajo los soportales de la Plaza Mayor madrileña, acceso antes vetado. Allí les visitan Tíscar y otros voluntarios de esta organización eclesial. Con los sin techo comparten alimentos, ropa, productos higiénicos… Y, sobre todo, calor humano. “La mejor manera de visibilizarlos es siendo sus amigos”, señala.
PREGUNTA.- Quienes prestan sus servicios en este ámbito, advierten de un mayor número de mujeres viviendo en la calle en los últimos años…
RESPUESTA.- Es cierto, el último Informe FOESSA ya dibuja ese rostro femenino de la pobreza. Hay múltiples factores, y aunque en ese perfil aparecen también ya las españolas, las más afectadas son las mujeres extranjeras y ancianas. Estas últimas, sobre todo, son aquellas inmigrantes que en su día llegaron a nuestro país, muchas desde el este de Europa, se emplearon en el servicio doméstico, pero que ahora no pueden trabajar, no han podido cotizar lo suficiente ni pueden regresar a su país. Sobreviven como pueden con pensiones no contributivas.
Las más jóvenes, también trabajadoras en el servicio doméstico, están perdiendo sus empleos a causa de la pandemia de coronavirus, porque les están diciendo que no vayan ya a las casas. Y en muchos casos, estas mujeres tienen hijos a su cargo y están pasando un momento muy malo, porque no tienen con que atenderlos. Y en el caso de las españolas, son viudas o ancianas con escasos ingresos, aunque estamos observado un repunte de mujeres más jóvenes que se dedican a la prostitución por el aumento del consumo de drogas.
Sin fuerzas y sin hacer ruido
P.- Las mujeres suelen llegar más tarde a una situación de sinhogarismo que los hombres. Pero cuando llegan, ¿lo hacen en peores condiciones?
R.- La mujer, en general, es una gran luchadora y cuando llega a la calle es porque ha agotado todos los demás recursos. Cuando una mujer acaba en la calle es porque ha agotado sus fuerzas luchando hasta el último minuto, porque se resisten hasta el final…
P.- Si ya los sin techo resultan a menudo invisibles, ¿cómo es ser mujer y no tener hogar?
R.- Quizás la mujer hace menos ruido que el hombre. La presencia de ellos en la calle suele resultar más evidente. Ellas, en cambio, por lo general están sentaditas en una acera o a la puerta de una iglesia y pueden resultar más invisibles, aunque resultan igual de indiferentes para la gente que los hombres.
Lo que sí he observado es que la mujer, aunque esté en una situación de pobreza extrema, es muy raro que pierda su dignidad. A pesar de su estado de miseria y abandono, del dolor y la tristeza, la mujer mantiene su dignidad. Conozco muchos casos, algunos conmovedores, como el de una señora rumana que se ha hecho un habitáculo con cartones, adonde me invita a pasar y en donde tengo la sensación de estar en un hogar.
Miedo a la pandemia
P.- ¿Ser mujer y sin techo es el colmo de la marginalidad en una sociedad como la nuestra?
R.- No sé si resulta más marginal que un hombre, lo que sí sé es que nadie debería encontrarse en una situación como esa. Todos deberían tener a alguien que les acompañe en el viaje de la vida
P.- Mujer, en la calle y rondando el coronavirus… ¿Una vuelta de turca más?
R.- Sí, sí, en la calle ya se palpa el miedo, es un peldaño más en su descenso. Hasta ahora, sucedía que al pobre la gente lo miraba, pero lo ignoraba. Ahora, la gente los evita, da un rodeo para no cruzarse con ellos. La gente mantiene la distancia, se aleja de ellos, como si fuesen unos apestados. Y esto es terrible para los sin techo.
Desde Sant’Egidio estamos reforzando nuestra asistencia a estas personas sin hogar. Desde el Gobierno nos han dicho que se van a habilitar espacios como los del IFEMA. Es un problema muy serio, porque estas personas ahora no pueden ni ir a un baño a un bar, porque está todo cerrado. Nos dicen que están muertos de miedo.
Tras el virus, más sin techo
P.- El impacto económico que ya está acarreando esta pandemia, ¿hará que aumenten las personas sin hogar?
R.- Desgraciadamente, me temo que sí. Llevamos más de once mil expedientes de regulación temporal de empleo, las empresas están cerrando… El impacto económico será muy fuerte y duradero. Había mucha gente que ya estaba al límite y que no podrá soportarlo.
Su efecto en el tiempo será superior al de la propia pandemia, por lo que todos tenemos que redoblar la solidaridad. Nosotros ya estamos recibiendo productos de lo más variado para ayudar, porque la sociedad civil siempre es la primera en reaccionar, pero toca exigir también a todos nuestros gobernantes, a nivel local, autonómico y central, que articulen respuesta adecuadas. Espero que no se queden en meras palabras, porque el pobre es siempre el último en ser tenido en cuenta. Aunque la primera manera que tenemos de visibilizarlos a todos ellos es siendo sus amigos.