9:00 a.m. Cuarto domingo de Cuaresma. Lo que inicialmente las autoridades de Bogotá anunciaron como “simulacro vital” para una eventual cuarentena, como medida para contener la propagación del coronavirus, ya es una realidad. A la fecha Colombia suma 231 contagiados y dos personas fallecidas por la enfermedad.
La arquidiócesis de Bogotá, en cabeza del cardenal Rubén Salazar Gómez lo ha comprendido: “este virus, que tiene prácticamente acorralado al mundo entero, nos invita a preocuparnos los unos por los otros“, comenta en la eucaristía que se transmite por televisión, a puerta cerrada, desde la Capilla del Sagrario en el centro de la ciudad.
Diez personas están presentes en el templo. Con el cardenal Salazar concelebran el obispo auxiliar Luis Manuel Alí y los presbíteros Jorge Marín y Carlos Castillo, párroco y vicario de la Catedral, respectivamente. Las lecturas, moniciones y preces las realizan cuatro religiosas Hijas de la Iglesia. La animación musical se reduce a dos personas: un organista y un cantante.
Desde nuestros hogares, miles de colombianos participamos en la eucaristía por televisión, más allá de las fronteras geográficas de la arquidiócesis. Quedarse en casa es la consigna. Cuidarnos y cuidar a los nuestros. “Tomemos las prevenciones necesarias para no ser contagiados y no convertirnos en vectores de la enfermedad“, pidió el cardenal Salazar en la homilía.
Al comentar el evangelio de este domingo, en el que Jesús cura a un ciego de nacimiento, el arzobispo destacó que “este acuartelamiento que hoy vivimos por cuenta del coronavirus nos lleva a reflejar en cada uno de nosotros este ciego, que por la ausencia de Dios y por nuestra soberbia nos hace pensar que no necesitamos de Él, creyéndonos autosuficientes”.
En la fragilidad, en la incapacidad y en la impotencia que experimentamos por estos días, nos sentimos llamados a reconocer que “necesitamos de Dios, que tenemos que construir según Dios y no a espaldas de Él, como lo pretendemos todos los días”.
Por eso el cardenal Salazar exhortó a pedirle al Señor “que nos cure, que nos limpie y abra nuestros ojos para que podamos ver con la luz que Él nos da, y comprender el verdadero sentido de nuestra existencia, de nuestra misión en este mundo, el verdadero sentido de la historia y el sentido de estas tragedias espantosas que nunca nos imaginaríamos íbamos a vivir”.
De modo particular el cardenal hizo un llamado a superar la indiferencia, y tuvo una palabra para invitar a volver la mirada sobre quienes están pasando por una profunda incertidumbre: “tenemos que preocuparnos especialmente por aquellos que, por causa de las medidas extraordinarias tomadas por esos días por la pandemia, están viviendo una situación económica desesperada”, dijo. Y añadió: “pensemos no solo en aquellas personas que viven de la miseria, sino también en aquellos que dependen fundamentalmente de su trabajo, cuando lo dejan de hacer no tienen recursos para su sustento”.
Como pastor, también se mostró preocupado por las familias, ante el peligro de que aumenten durante la cuarentena los casos de violencia intrafamiliar. Cuidar de la familia y prestar una particular atención a los niños, a los adultos mayores y a los más vulnerables, es una prioridad.
La eucaristía concluyó a las 9:45 a.m. Después de la comunión todos cantamos ‘Reina de Colombia’, encomendándonos a nuestra patrona la Virgen de Chiquinquirá. Pensé en nuestra parroquia San Pío X, donde siempre rezamos una avemaría al final de la misa de las 10 a.m..