Por ahora, el coronavirus está mostrando su peor cara en España e Italia, siendo el caso del país transpalpino especialmente grave, con más de 50.000 contagiados y 5.000 muertos, de los que varias decenas son sacerdotes, siendo la más afectada en este sentido la Diócesis de Bérgamo.
Ante la imposibilidad de celebrar misas desde hace tres semanas, los familiares de las víctimas no pueden llorarles en un funeral. Un gran dolor íntimo para el que la Conferencia Episcopal Italiana quiere, al menos, tener un gesto simbólico de consuelo. Así, se ha establecido que, este viernes 27 de marzo, todos los obispos del país vayan solos a un cementerio en su diócesis “para un momento de recogimiento, oración y bendición”.
La imagen del dolor
“La imagen de los vehículos militares –admiten los prelados– transportando los ataúdes a los crematorios refleja de manera plástica el drama que el país vive. Por respeto a las medidas de salud, muchos de estos fallecidos murieron en aislamiento, sin ningún consuelo, ni el de los familiares más queridos ni el que aseguran los sacramentos”.
Así, la Iglesia italiana clama con todas sus fuerzas que “las comunidades cristianas, aunque no pueden acercarse físicamente, no dejan de estar cerca con la oración y la caridad”. Ahora, este gesto silencioso de cada obispo en un cementerio estará cargado de fuerza y profunda espiritualidad.
El poder del silencio y la soledad
Y mucho más cuando se dará el mismo día en que Francisco imparta una bendición ‘urbi et obi’ extraordinaria para pedir a Dios el fin de la pandemia. Algo que el Papa hará, como los obispos en los cementerios, solo, completamente solo, ante la imponente Plaza de San Pedro.