El Vaticano ha publicado este martes el mensaje del papa Francisco a todos los miembros de la Iglesia católica con motivo de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se celebra el próximo 3 de mayo. Firmada el pasado 8 de marzo, en la misiva el Pontífice muestra su deseo de que la comunidad eclesiástica “recorra este camino al servicio de las vocaciones abriendo brechas en el corazón de los fieles”. Cada uno podrá así “descubrir con gratitud la llamada de Dios en su vida, encontrar la valentía de decirle ‘sí’, vencer la fatiga con la fe en Cristo y, finalmente, ofrecer la propia vida como un cántico de alabanza a Dios, a los hermanos y al mundo entero”.
En su mensaje, el Papa recuerda las cuatro palabras clave (dolor, gratitud, ánimo y alabanza) de su Carta a los sacerdotes del pasado mes des agosto y las retoma ahora para dirigirse a todo el Pueblo de Dios. El Evangelio, destaca, “nos dice que, en la aventura de este viaje difícil, no estamos solos”. Por ello el primer término en el que se detiene Francisco en su carta, titulada ‘Las palabras de la vocación’, es la gratitud.
“Navegar en la dirección correcta no es una tarea confiada solo a nuestros propios esfuerzos, ni depende solamente de las rutas que nosotros escojamos. Nuestra realización personal y nuestros proyectos de vida no son el resultado matemático de lo que decidimos dentro de un ‘yo’ aislado; al contrario, son ante todo la respuesta a una llamada que viene de lo alto”, escribe.
Escollos de indecisión
Es el Señor quien “concede en primer lugar la valentía para subirnos a la barca y nos indica la orilla hacia la que debemos dirigirnos” y el que, cuando llama, se convierte “en nuestro timonel para acompañarnos” y muestra la dirección, impide que nos quedemos varados “en los escollos de la indecisión” y consigue incluso que seamos capaces “de caminar sobre las aguas agitadas”. Toda vocación, subraya el Papa, “nace de la mirada amorosa con la que el Señor vino a nuestro encuentro, quizá justo cuando nuestra barca estaba siendo sacudida en medio de la tempestad”.
La segunda palabra en la que Jorge Mario Bergoglio se detiene en su misiva es el ánimo. “Lo que a menudo nos impide caminar, crecer, escoger el camino que el Señor nos señala son los fantasmas que se agitan en nuestro corazón”, escribe el Papa, para comentar a continuación cómo surge habitualmente en las personas el ‘fantasma de la incredulidad’ cuando nos sentimos llamados a dejar “nuestra orilla segura” para abrazar un nuevo estado de vida, como es el matrimonio, el sacerdocio o la vida consagrada.
Vuelta al punto de partida
La primera reacción es entonces hacerse preguntas cómo las siguientes: “¿Cómo es posible que esta vocación sea para mí? ¿Será realmente el camino acertado? ¿El Señor me pide esto justo a mí?”. Es habitual que surjan dentro de cada uno estos “argumentos, justificaciones y cálculos” que provocan que se pierda el impulso al tiempo que “nos confunden” y paralizan “en el punto de partida”. Es entonces cuando “creemos que nos equivocamos, que no estamos a la altura, que simplemente vimos un fantasma que tenemos que ahuyentar”.
En su Carta a los sacerdotes del pasado verano, el Papa hablaba del dolor, un término que en su nueva misiva declina de modo algo diverso al referirse al fatiga. “Toda vocación implica un compromiso”, escribe el Pontífice, señalando que el Señor pretende “que tomemos las riendas de nuestra vida para ponerla al servicio del Evangelio” en distintas formas, ya sea a través de la vocación laical, la presbiteral o la de la vida consagrada.
Agotamiento vocacional
“Nosotros somos como el Apóstol: tenemos deseo y empuje, aunque, al mismo tiempo, estamos marcados por debilidades y temores. Si dejamos que nos abrume la idea de la responsabilidad que nos espera o las adversidades que se presentarán, entonces apartaremos la mirada de Jesús rápidamente y, como Pedro, correremos el riesgo de hundirnos”, advierte el obispo de Roma, que destaca más adelante cómo la fe permite “caminar al encuentro del Señor resucitado y también vencer las tempestades”. Se consigue superar esas adversidades porque Dios “nos tiende la mano cuando el cansancio o el miedo amenazan con hundirnos, y nos da el impulso necesario para vivir nuestra vocación con alegría y entusiasmo”.
El Papa reconoce que en ocasiones, las fatigas de la vida pueden provocar agotamiento. Ocurre tanto en quienes desempeñan tareas importantes en la sociedad civil como en los esposos, a los que les gusta llamar “los valientes”. Pero este cansancio se puede manifestar especialmente “en quienes abrazan la vida consagrada y el sacerdocio”. A ellos les dice Francisco: “Conozco vuestras fatigas, las soledades que a veces abruman vuestro corazón, el riesgo de la rutina que poco a poco apaga el fuego ardiente de la llamada, el peso de la incertidumbre y de la precariedad de nuestro tiempo, el miedo al futuro”.
Abiertos a la alabanza
A continuación les insufla ánimo invitándoles a no tener miedo, pues “Jesús está a nuestro lado y, si lo reconocemos como el único Señor de nuestra vida, Él nos tiende la mano y nos sujeta para salvarnos”. Es en ese momento cuando, incluso en medio del oleaje, la vida se abre a la alabanza, el cuarto término clave de la carta del Papa.
“Esta es la última palabra de la vocación, y quiere ser también una invitación a cultivar la actitud interior de la Bienaventurada Virgen María. Ella, agradecida por la mirada que Dios le dirigió, abandonó con fe sus miedos y su turbación, abrazó con valentía la llamada e hizo de su vida un eterno canto de alabanza al Señor”, concluye el Pontífice.