Manolo García Barrio es el primer sacerdote diocesano fallecido por coronavirus en Getafe. Ayer por la noche se confirmaba la muerte de este cura de 75 años que estaba al frente de la parroquia del Divino Pastor de Móstoles. Natural Carrascosa de Abajo (Soria), fue ordenado el 18 de marzo de 1967 en el Seminario de El Burgo de Osma. “Es un gran párroco”, se lamenta el obispo de Getafe, Ginés García Beltrán, tras conocer el deceso de uno de sus presbíteros, al que presenta como un hombre “queridísimo por todos”.
Así lo expresan también de forma unánime los fieles de su parroquia. “Doy las gracias por haberle conocido, por su amistad, por sus enseñanzas, por su testimonio de Jesucristo y su gran ejemplo”, asegura Javier Hernández. “Con la puerta del despacho siempre abierta” es como recuerda a García Barrio para el que se le quedan cortos los calificativos: “Acogedor, comprensivo, magnánimo, cristocéntrico, conciliador, paciente, humilde, preocupado por los que menos tienen, divulgador de la Doctrina Social de la Iglesia…”.
Así lo certifican sus recientes intervenciones en el Consejo de Pastoral de la parroquia: “Cristo está en el hermano que pasa, nosotros debemos descubrir nuestra miseria primero y, desde esa sencillez, acoger”, apuntaba Manolo García Barrio el pasado mes de enero. “no se trata de ser mejores, sino de ser mejores servidores de la palabra, de Cristo”, añadía.
Entre sus consignas más repetidas, también se encontraba la siguiente reflexión: “¿Que somos pecadores? Claro que sí. ¿Que no somos mejores que los otros? Claro que no. Pero nuestra fe nos hace ver la vida de otra forma”.
“Para mí es un segundo padre, un ejemplo de vida”, cuenta entre lágrimas Víctor Mesa, otro de sus feligreses. Ángeles Conde no se queda atrás: “Era uno más en la parroquia y, a la vez, el pilar principal. Siempre lo resolvía todo y, sino se veía capaz, buscaba el modo de que lo apañara un tercero. Y todo, sin el menor signo de protagonismo”.
Sin poder contener la emoción relata cómo el padre Manolo “siempre tenía un abrazo preparado, un apretón en el hombro, una palmadita en la espalda, siempre se acordaba de quien estaba enfermo, de quien necesitaba un trabajo o tenía un examen”. Sobre su labor como predicador, explica que “sus homilías eran las mejores, porque siempre dejaba caer un pequeño tirón de orejas acompañado de un mensaje de esperanza”.
Para Leandro, el sacerdote fallecido “era uno de nosotros, sencillo y natural, fiel reflejo de Jesús”. “Nunca faltaba en él una sonrisa, un gesto amable, alegrándose con nuestras alegrías y apenándose con nuestras tristezas. Siempre caminando con nosotros”, apunta Patricia de Torres.
Belén destaca la labor pastoral y social de Manolo al que define como “un padre en la fe”: “No solo era un sacerdote sus feligreses, sino de todo el barrio, siempre al loado de los más pobre, los jóvenes, ancianos y niños.
Desde la ciudad brasileña de Sao Paulo, Julián de la Morena, también le tiene presente: “La muerte de padre Manolo me ha recordado el valor de este hombre que permitió que yo cuando estaba como vicario parroquial en el Divino Pastor, dedicase tiempo al movimiento y nos acogió en la parroquia cuando nadie nos daba un lugar en la Iglesia”, explica este sacerdote de Comunión y Liberación sobre la ayuda que les prestó para abrirse camino en Móstoles. “Pidamos para que Cristo le conceda un lugar en el cielo”, implora.