El miedo de todos y de cada uno al coronavirus. Con esta preocupación compartida por tantas personas, Francisco comenzó esta mañana la eucaristía en la capilla de Santa Marta, en el Vaticano.En su plegaria inicial, el Papa reconoció que en “estos días de tantos sufrimientos, hay tanto miedo…”. “Recemos al Señor para que nos ayude a tener fe, a tener confianza y a vencer los miedos. Que la alegría llene el corazón de los que buscan al Señor. ¡Buscad siempre al Señor y seréis fuertes!”, propuso.
Así, Francisco puso en manos de Dios los temores de algunos colectivos afectados directa o indirectamente por la expansión del COVID-19: “El miedo de los ancianos que están solos en las residencias, en los hospitales y en sus casas sin saber qué puede pasar. El miedo de quienes no tienen un trabajo fijo que piensan cómo darán de comer a sus hijos y ven venir el hambre…”.
No se olvidó el Santo Padre del “temor de tantos servidores sociales que en estos momentos ayudan a que la sociedad vaya adelante y ellos pueden contagiarse a la enfermedad. También los miedos de cada uno de nosotros“.
La nostalgia idolátrica
Por otro lado, durante la homilía, el Papa ahondó en el peligro de caer en “la enfermedad de la nostalgia idolátrica”. A partir de ahí, Francisco aterrizó en la realidad de los cristianos: “Alguno podrá decirme: en casa no tengo ídolos, tengo el crucifijo y la imagen de la Virgen. El ídolo puede estar en tu corazón. La pregunta es: ¿cuál es el ídolo que tienes en tu corazón? ¿Cuál es esa salida escondida con la que me siento bien y que me aleja del Dios viviente?”.
“Cada uno tenemos nuestros ídolos, ¿dónde los escondo? ¡Entre nuestros vestidos del corazón escondemos la idolatría!”, insistió. El Papa alertó de que la idolatría “lo hace perder todo”. “Cuando nos apegamos a cosas que nos alejan de Dios para hacernos otro Dios, lo hacemos con los dones que Dios nos ha dado: la inteligencia, el amor, el amor… Es horrible”.
Piedad pervertida
“La idolatría también llega a la piedad”, lamentó el Papa. “Te lleva a una religiosidad errada. ¡Tantas veces la idolatría lleva a cambiar la celebración del sacramento en una fiesta mundana!”, exclamó: “Por ejemplo, en una boda a veces no sabes si es un sacramento verdadero en el que los novios prometen ser fieles a Dios o es un desfile de modelos”.
“Que el Señor no nos encuentre al final de nuestra vida y nos diga: te has pervertido, te has alejado del camino que yo había indicado, te has postrado delante de un ídolo. Pidamos al Señor la gracia de conocer nuestros ídolos. Y, si no podemos alejarnos, tengámoslo al menos en un rincón”, deseó.