Las autoridades israelíes ordenaron que, a partir de ayer, 25 de marzo, la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén permaneciese cerrada. Esta es, como recoge Fides, una de las medidas puestas en marcha por el gobierno de Israel para evitar la expansión del Covid-19, que ha dejado ya 2.000 contagiados en el país.
El cierre de este lugar de culto a los fieles será, en principio, de una semana. Sin embargo, las comunidades que están presentes en la basílica, donde permanecen incluso de noche, podrán continuar celebrando liturgias en ella al ser un número reducido de personas.
“Rezaremos para pedir al Padre Celestial que ponga fin a la pandemia, por la curación de los enfermos, por la protección de los trabajadores de la salud, por la sabiduría de los pastores y gobernantes, por la salvación de los que han perdido la vida”, han afirmado en un comunicado el custodio de Tierra Santa, Francesco Patton, y los dos patriarcas de Jerusalén, el greco ortodoxo Theofilos III y el armenio apostólico Nourhan Manougian.
En el mismo comunicado explican que las celebraciones “continuarán regularmente”, aunque para evitar el contagio el número de participantes en cada rito “se limitará a unas pocas personas”, autorizadas para ingresar a la basílica solo durante las liturgias.
Por su parte, Patton ha explicado a Vatican News que, si bien las pandemias son “situaciones que ocurren cíclicamente en el curso de la historia de la humanidad”, lo que es nuevo es que se haya dado “en un contexto como el nuestro, en el que creíamos que podíamos dominar todo a través de la ciencia, la tecnología y nuestras habilidades”.
Sin embargo, “nos encontramos de nuevo como Adán, es decir, desnudos, indefensos”. De esta manera, “recuperamos lo que es el sentido del límite: esto no significa automáticamente recuperar el sentido de Dios, de nuestro vínculo con Él y de nuestra dependencia de Él, sino que incluso estas situaciones deberían ayudarnos de alguna manera a comprender que hay mucho, más allá de lo que creemos que somos capaces de dominar”.
Esta realidad, señala Patton, “debería abrirse a nuevas reflexiones, sobre nuestro ser hombres, sobre nuestro ser parte de la Creación y también sobre nuestro ser creyentes que, sin embargo, confían en un Dios que es Padre y que sigue cuidando de nosotros, dándonos esa plenitud de vida que celebramos en la Pascua y que como cristianos llamamos participación en la Resurrección de Cristo”.