La amenaza del colapso mundial a causa de una pandemia se ha convertido en algo más que un argumento con el que ha fantaseado la ciencia ficción. En plena conmoción emocional por los efectos de la crisis sanitaria, con recintos feriales convertidos en hospitales de campaña, a la vuelta de la esquina asoma un parón económico que, según los expertos, será peor que la Gran Recesión de 2008.
“Desde la Iglesia, tendremos que afrontar esa situación igual que lo hicimos entonces”, señala Atilano Rodríguez, obispo responsable de la Comisión Episcopal de Pastoral Social y Promoción Humana, al que le duelen en el alma ese medio millón de trabajadores que estos días se ha ido al paro a causa de los más de 30.000 expedientes de regulación de empleo temporal presentados. Y esto no ha hecho más que empezar.
Pobres materialmente, ricos en humanidad
“Hemos de escuchar en todo momento el clamor de los más necesitados, y con nuestros escasos recursos materiales, llegar a donde sea posible, pero sabiendo que tenemos una gran riqueza humana en tantos voluntarios que, a través de Cáritas y otras organizaciones eclesiales, están luchando contra el COVID-19”, abunda.
No ignora el obispo de Sigüenza-Guadalajara que “lo que se nos viene encima no afectará solo a empresas privadas y a organismos públicos. También tocará de lleno a la Iglesia. Por eso hemos de ahondar en esta colaboración que estamos manteniendo instituciones religiosas, privadas y públicas, porque esta unidad determinará cómo nos irá en el futuro”.
La economía parroquial se resiente
Un futuro que, no lo oculta, le preocupa también por la forma en la que la comunidad cristiana pueda darse a los demás. “La Iglesia va salir económicamente muy afectada cuando empiecen los síntomas de recesión. Primero, a través del IRPF, porque los resultados ya no serán los de los últimos años, pues la renta de las personas quedará maltrecha. Y sin olvidar que llevamos semanas sin misas en las parroquias, con el impacto negativo en sus cuentas al no tener las colectas. Así que la crisis económica nos tocará a todos”, apunta.
“Pero la Iglesia saldrá con lo que tenga, ayudará a la gente a afrontar la realidad que se le presente y que no se quede atrás, porque estamos al servicio de los pobres. No tenemos fondos económicos almacenados, como puedan creer algunos, para encarar lo que viene. Solo contamos con la asignación tributaria y lo que nos dan las personas de buena voluntad, pero sí tenemos a muchos cristianos dispuestos a asistir a los que queden por el camino”, afirma rotundo.