“Al que tiene se le dará y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, incluso lo que tiene se le quitará” (Mt 13,12). El Evangelio llevado a la Psicología. El coronavirus ha disparado el denominado ‘efecto Mateo’, un fenómeno que se refiere a acontecimientos límite que ponen en evidencia virtudes o carencias que ya existían previamente, aunque no se manifestasen con tanta claridad, como explica Laura Amado, directora del Grado en Psicología de la Universitat Abat Oliba CEU.
La crisis del coronavirus ha permitido asistir a comportamientos que expresan una gran capacidad de resiliencia y otros que evidencian carencia de ella: compras compulsivas, incumplimiento del confinamiento o escapadas a segundas residencias. Ante ello, la experta ofrece las claves para que el confinamiento sea la ocasión de fortalecer los cuatro pilares que sostienen la resiliencia: apoyo externo, fuerza interior, capacidades interpersonales y espiritualidad.
1. Apoyo externo
Las personas tenemos “necesidad de desarrollar vínculos afectivos genuinos con los demás”. En este sentido, apunta la doctora Amado que el confinamiento puede servir para “reconocer lo esencial en nuestra vida y situar en primer lugar a las personas con las que tenemos un vínculo o lazo afectivo”. Por esto es importante “reservar tiempo para conversar con calma con nuestros padres”. Quedarnos en casa para proteger a nuestros mayores, priorizar su vida y parar la nuestra, ofrecernos para la compra para que no se expongan ellos o enseñarles nuevas formas de comunicación son formas de fortalecer el círculo de afectos más íntimos y, por tanto, el pilar del apoyo externo. En esta línea, también es importante “involucrarse en el ámbito del vecindario”.
2. Fuerza interior
La resiliencia se sostiene también en el reconocimiento de uno mismo, en esa “sana autoestima” que hace que la persona se considere “valiosa e irremplazable”, explica esta psicóloga. Aquí juega un papel esencial la gratitud, la que recibimos y la que damos, y el sentido del humor. “El humor nos permite reconocer la imperfección y las dificultades, pero integrarlas positivamente dentro de la vida”. El humor también es libertad: “La aparición del humor en las circunstancias excepcionales que estamos viviendo, se revela también como una afirmación de nuestra libertad interior, en vista de la carencia de libertad exterior”.
3. Capacidades interpersonales
Para la resiliencia es clave “disponer de capacidades interpersonales para la autorregulación personal y emocional”. En este punto, juegan un papel esencial las “funciones ejecutivas”, que son las que permiten el dominio de los pensamientos, las emociones y las conductas. En días en los que, naturalmente, nos invaden la preocupación, el miedo o la ansiedad es recomendable “crear espacios para compartir estas emociones y proponer actividades para canalizarlas”. En esto, los adultos han de ser el modelo para los hijos. “Identificar y compartir las emociones es el primer paso para poder autorregularlas. Dediquemos 15 minutos al día, por ejemplo, a hablar o pintar sobre lo que nos preocupa, lo que tememos, lo que nos irrita de la situación, del otro”, propone.
4. Espiritualidad
Dentro de este pilar, alude Amado a la idea de “inteligencia espiritual”, que conduce a la persona a buscar las respuestas esenciales de la vida, a partir de las que podrá afrontar más consistentemente las adversidades. Esta inteligencia espiritual está estrechamente conectada con la búsqueda de sentido, algo plenamente aplicable a la situación actual.