“La gran tradición litúrgica, que siempre ha acompañado y apoyado a la Iglesia en su historia de gracia y pecado, escucha el grito de individuos y naciones en esta crisis pandémica, que trae sufrimiento y aflicción a quienes están enfermos, y miedo, aislamiento y soledad a todos los demás. Sin embargo, nunca habríamos pensado que un sufrimiento pequeño pero no marginal vendría al mismo tiempo a través del ejercicio de la autoridad eclesial”. De esta manera comienza el teólogo Andrea Grillo su carta abierta contra los decretos ‘Quo magis’ y ‘Cum sanctissima’, firmada por más de 140 compañeros de profesión, en la que solicitan que se retiren los decretos.
Y es que, estos documentos publicados por la Congregación para la Doctrina de la Fe el pasado 25 de marzo, retoman el llamado ‘rito extraordinario’ de la eucaristía –las misas ‘ad orientem’ o de espaldas a los fieles–, modificando “las ‘ordines’, introduciendo prefacios y formularios para las fiestas, y modificando calendarios y criterios”. Todo ello, sobre un misal de 1962, ante lo que los teólogos se preguntan: “¿cómo es esto posible?”.
“La mayor distorsión de las intenciones iniciales del motu proprio se puede ver hoy en esos seminarios diocesanos”, continúa Grillo, “donde se espera que los futuros ministros sean entrenados al mismo tiempo en dos ritos diferentes: el rito conciliar y el que lo niega”. Por ello, el hecho “surrealista” de que se aprobasen estos dos decretos marca “la culminación de una distorsión que ya no es tolerable”, en primer lugar, porque con ellos la Congregación para la Doctrina de la Fe asume “el ejercicio de las competencias conferidas por el Concilio Vaticano II sobre los obispos y la Congregación para el culto divino”.
Alimentar la separación
Además, los teólogos critican que los textos se comprometen a elaborar “variantes litúrgicas de las ‘ordines’, sin tener las competencias históricas, textuales, filológicas y pastorales” para hacerlo. Por otra parte, la Doctrina de la Fe “parece ignorar, precisamente en el nivel dogmático, un conflicto grave entre la ‘lex orandi’ y la ‘lex credendi’, ya que es inevitable que una forma ritual dual y conflictiva conduzca a una división significativa en la fe”. Por último, los teólogos critican que estos decretos parecen “subestimar el efecto disruptivo que esta excepción tendrá en el nivel eclesial”, ya que aísla a una parte de la comunidad católica del camino recorrido por la Iglesia desde el Concilio Vaticano II.
“Para volver a una normalidad eclesial, debemos superar el estado de excepción litúrgica establecido hace 13 años en otro mundo, con otras condiciones y con otras esperanzas, por ‘Summorum pontificum'”, añade Grillo, haciendo referencia al motu proprio por el cual Benedicto XVI recuperó en 2007 la tradicional forma de celebración de la misa de espaldas y que ha dado lugar a estos nuevos decretos. Y es que, para los teólogos, continuar alimentando un “estado de excepción litúrgica”, solo conduce “a la destrucción, privatización y distorsión del culto a la Iglesia”.