Hasta hoy, había dos obispos españoles ingresados tras dar positivo por coronavirus: el titular de Ávila, José María Gil Tamayo, y el de Palencia, el agustino Manuel Herrero Fernández. Pero el último ha recibido el alta este pasado lunes 30 de marzo, tras lo cual ha querido escribir un mensaje de agradecimiento a sus fieles diocesanos.
Once días después de ingresar en el hospital, el prelado da un emocionado “gracias” colectivo… “Gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo y Padre nuestro, por su amor, por la vida, por su compañía y cercanía, por su Palabra y por su Iglesia. Gracias a todos vosotros, miembros de esta Iglesia en Palencia: a los dos obispos –don Nicolás y don Javier–, a todos los sacerdotes y al diácono por vuestras llamadas, cercanía y oración. Gracias al vicario general y de pastoral, que estos días han estado atentos sirviendo a los hermanos. A los miembros de vida consagrada y a todos los laicos y laicas por vuestra fraternidad y solidaridad, expresadas en llamadas, en la oración y en el silencio”.
También extiende su abrazo Herrero al al personal sanitario del Hospital Río Carrión: “A médicos, enfermeras, personal auxiliar… A todos. Yo estoy muy contento del trato recibido, y no por ser el obispo, que muchos no lo sabían, sino como un paciente más”.
A continuación, el pastor palentino ahonda en su estado de ánimo estos días. Un tiempo en el que ha podido “palpar la limitación, la fragilidad, la precariedad, incluso con temor y algo de miedo a la muerte –estando allí, murió un hermano agustino, el padre Agustín Bécares, que había estado en la misma planta que yo–. Pero, a la vez, con confianza en Dios, sabiéndome en sus manos; sintiendo que su misericordia y fidelidad sostienen nuestras personas y obras, y que nuestras soledades son siempre acompañadas”.
A modo de detalle, el obispo ha contado que lo que más consuelo y compañía le han dado ha sido “rezar los salmos de laudes o vísperas, poniéndome en la piel del salmista y del mismo Señor Jesús, y participar en la Eucaristía por TV unido a toda la Iglesia”.
“¿Qué lecciones –se cuestiona– he sacado para el futuro? He salido con fuerzas para seguir sirviendo a los hermanos, para seguir haciendo camino con vosotros y cantando melodías de vida y esperanza, en esta tierra nuestra. Cada vez más convencido de que son en el Señor y en su Espíritu en quienes están nuestras vidas y empresas; que esta obra es la suya y nosotros somos colaboradores. También he aprendido a valorar más el servicio, cuántas veces pequeño, callado y no reconocido, que cada uno presta a la sociedad, a los enfermos y a los sanos”.