El término ‘matrimonios mixtos’ entre cristianos puede llamar la atención hoy en día. Sin embargo, que un católico o católica contrajera este sacramento con un cristiano de otra confesión, hace apenas unas décadas, era prácticamente dejar de considerarse católico. Hoy, de hecho, se cumplen 50 años del momento en el que Pablo VI, a través del Motu proprio ‘Matrimonia mixta’ –fechado el 31 de marzo de 1970– pusiera fin a esta situación.
Hasta ese momento, la Ley Canónica de 1917 prohibía de forma explícita el matrimonio entre bautizados, de los cuales uno fuera católico y el otro perteneciente “a una secta herética o cismática”. Es decir, protestantes, ortodoxos o, en definitiva, cualquier otra rama del cristianismo.
Pero este decreto de Pablo VI no nació de forma repentina. De hecho, ya el Concilio Vaticano II había sentado las bases para esto con su decreto ‘Unitatis redintegratio’, en el que ya no se hacía referencia a los cristianos no católicos como “herejes y cismáticos”, sino como “hermanos separados”. Después, en 1966, el mismo Pablo VI, en su carta ‘Matrimonium sacramentum’ permitía a los católicos contraer matrimonio con pastores de otras confesiones.
Con ‘Matrimonia mixta’ el Papa dejaba claro que la Iglesia era consciente de las “dificultades y responsabilidades” de los matrimonios mixtos, pero acercó su solución a las comunidades locales dando el poder a los obispos de acompañar y permitir estos matrimonios… siempre que la parte no católica se comprometiese a bautizar y criar a los hijos como tal.