La situación de coronavirus es cada vez más una problemática global que una preocupación circunscrita a algunas regiones. Por eso, el secretario general de Cáritas Internationalis, Aloysius John, ha hecho un llamamiento a no olvidar en esta pandemia “a los pacientes de Covid-19, así como a la discriminación de los grupos vulnerables de la sociedad, como los inmigrantes y los refugiados”. Lo ha hecho en una entrevista en L’Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede que solo se publica en digital en estos días.
Cooperación mundial
La entidad católica trabaja en “poner en marcha un plan contra la propagación de la pandemia, pero es fundamental la cooperación mundial”, ha destacado. Algo que está comenzando con “la recopilación de información y la sensibilización” especialmente entre las personas más vulnerables, señala poniendo como ejemplo programas desarrollados en Ruanda, Singapur, Italia y otros países. “El servicio a los pobres no puede ser detenido por el virus. Tratando de ser creativos y tomando todas las precauciones, seguiremos ayudando a los más vulnerables”, añade.
Ante la brecha laboral y económica que se abre, John ha declarado que “es hora de mostrar solidaridad, amor y cuidado”. Citando las palabras del papa reclama que “el coronavirus también debe sacar lo mejor de nosotros”, debe hacer emerger la humanidad. “Este espíritu de solidaridad será aún más necesario cuando salgamos de esta tragedia. Además, espero que lo que está sucediendo en Europa no nos impida cuidar y compartir desde lejos los problemas y dificultades de los demás”, añade.
Para el secretario, el coronavirus ha dado la lección de que “la humanidad no tiene fronteras, ni etnia, ni casta, ni religión, ni estatus económico. Debemos ser conscientes de que no somos inmortales y el coronavirus nos ha mostrado cómo en tres meses todo el planeta está en pánico: bloqueado y aislado”.
El día después
Y esto debe ser una enseñanza de futuro. “La memoria futura debería llevarnos a organizar mejor la forma de luchar contra el virus del egoísmo, contra el pecado de la indiferencia y, sobre todo, a preservar el valor de la persona humana”, reclama.
“Cuando esto termine, debemos programar inmediatamente una conferencia internacional para detener la violencia; y los líderes mundiales deben asumir sus responsabilidades. Este es un aspecto importante que debemos cultivar porque todo el mundo sabe lo que significa vivir con miedo a la muerte, perder un miembro de la familia, y este es el momento de detener las guerras”, concluye.