Entrevistas

Cardenal Ravasi: “El dolor de esta pandemia del coronavirus nos educa”





“Tras pasar por esta tempestad, las personas serán distintas, tanto para bien como para mal. En el dolor hay una educación y una experiencia”. El cardenal italiano Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, considera que la pandemia del coronavirus que estamos afrontando brinda a la humanidad una importante lección: “Nos enseña a vivir con una escala distinta de valores, en la que ya no están en la cúspide el dinero, el éxito y el poder”.



Pero también obliga a “mirar a la muerte a la cara, algo que nunca hemos hecho”, y somete a las personas a un último desafío: morir solos. “La prueba más grande es no poder estar cerca de nuestros seres queridos durante el sufrimiento por la enfermedad y no poder despedirnos de ellos. No hay palabras para esa experiencia”.

PREGUNTA.- ¿Cómo está afrontando personalmente esta situación de emergencia sanitaria?

RESPUESTA.- Físicamente estoy bien, pero Lombardía, mi tierra de origen, está en una situación casi catastrófica. Mi pueblo está a unos 20 kilómetros de Bérgamo, que es hoy casi un cementerio. Es mi lugar de origen y adonde voy en verano, y hoy allí en el horizonte solo hay sufrimiento.

Como cualquier persona participo de toda esta atmósfera profundamente cambiada y que, en mi opinión, tendrá una incidencia muy fuerte después. Cambiará el modelo económico, el social y el antropológico. Tras pasar por esta tempestad, las personas serán distintas, tanto para bien como para mal. En el dolor hay una educación y una experiencia.

P.- Recientemente fue usted recibido por el Papa. ¿Cómo se encuentra Francisco? ¿Qué ambiente se respira estos días en el Vaticano?

R.- Al Papa lo vi hace unos días y lo encontré en plena forma. Desde el punto de vista físico, le vi muy bien, aunque el sufrimiento por esta situación se lleva por dentro. La prueba es la imagen de la ceremonia extraordinaria de oración del vienes 27 de marzo. Ahí se veía cómo esta situación influye en él.

En ese momento se concentró en él todo el dolor universal por la pandemia. La sociedad contemporánea necesita símbolos, y él lo era. Por suerte, en la Domus Santa Marta, excepto el caso ya conocido, todos los residentes han sido sometidos a pruebas del coronavirus y han dado negativo. En el Vaticano casi todo el mundo está ahora trabajando desde casa, quedamos pocos en las oficinas.

Multitud de correos

P.- ¿Cómo es su trabajo durante esta cuarentena?

R.- Hay labores que, evidentemente, siguen adelante, como por ejemplo los patrocinios que se nos piden para iniciativas del año que viene. La relación de la Santa Sede con el mundo continúa, aunque se haya reducido. A mí me resulta interesante que estoy ahora inundado por los correos electrónicos que recibo de gente que no conozco.

Son de tres tipos: algunos se preocupan por mi salud y me cuentan su situación; otros me mandan textos escritos por ellos sobre las consecuencias espirituales y socioculturales de esta crisis; y luego están los que piden algún tipo de consuelo.

P.- ¿Cómo nos cambiará la crisis actual?

R.- Tanto para los creyentes como para quienes no lo son esta experiencia nos enseña a vivir con una escala distinta de valores, en la que ya no están en la cúspide el dinero, el éxito y el poder. En segundo lugar, nos fuerza a mirar a la muerte a los ojos. También nos muestra que somos impotentes y tenemos límites.

La ciencia y la tecnología también los tienen. Y, en cuarto lugar, enseña a entender lo difíciles que resultan las relaciones y lo complicado que es estar en casa todo el tiempo juntos, aunque también es hermoso que se supere la relación solo virtual.

P.- ¿Y respecto a la espiritualidad?

R.- También puede propiciar un retorno a la espiritualidad. En el cristianismo, Dios no es impasible, la humanidad de Cristo resulta fundamental. No es el Dios omnipotente del Olimpo, sino el que pasa por todos los sufrimientos humanos y muere por asfixia, al igual que estos enfermos.

Cristo no se salva en virtud de su omnipotencia, sino de su impotencia, porque en esos momentos es como cualquier hombre. Cristo no nos libra del dolor, sino que está con nosotros en el dolor físico. Muchos no creyentes también me escriben a través de la iniciativa del Atrio de Gentiles. Cada uno se agarra a sus certezas.

Yo creo que esta situación propiciará un cambios en las convicciones. Esperemos, además, que los integristas dejen su teoría de que la pandemia se debe a un castigo de Dios o a una venganza.

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