El 6 de marzo, cuando nadie en España estaba confinado, ellos se adelantaron. Una usuaria de la Casa Familiar de Nuestra Señora de los Ángeles, de los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca, comenzó con síntomas. Ese día empezó un suma y sigue de casos hasta llegar a 12 infectados y seis fallecidos.
En conversación con Vida Nueva el 30 de marzo, José Luis Solanas, superior de la comunidad que atiende a los mayores, habla con emoción contenida. “Si no pasa nada, mañana los médicos dan por acabada la cuarentena en el centro”, afirma antes de un largo suspiro de alivio.
“Es duro que las familias no puedan verse, que tengan que conformarse con una pantalla. Y eso se nota en el deterioro físico que vemos en algunos”, indica mientras recuerda a una “abuela” de 102 años, que, “aunque es una víctima del coronavirus, creemos que murió de pena”, agrega con la voz entrecortada, preludio del llanto.
“En los centros muere gente. En marzo de 2019 fallecieron 900 personas en la Comunidad de Madrid. Este año, en medio de la pandemia, 1.200. Hay que reflexionar sobre los datos sin minusvalorar la gravedad del virus”, explica calmada Pilar Ramos, presidenta de la Asociación Madrileña de Atención a la Dependencia (AMADE), que representa al 80% de las residencias de gestión privada de la Comunidad de Madrid.
Test rápidos
Desde su mirada como cara visible de la patronal del sector, constata la dura realidad del coronavirus en las residencias: “Cuando entra en un centro de unos 200 mayores, acaba con la vida de 15, según las primeras estadísticas”. Para frenar estos números, su propuesta es clara: test de detección precoz. “Necesitamos saber si somos o no positivos”, remarca.
Ramos está también al frente de la Fundación Catalina Laboure, de las Hijas de la Caridad, que cuenta con nueve residencias distribuidas entre Madrid, Zamora, Toledo, Ciudad Real y Albacete. En algunas han conseguido que el virus ni siquiera entre. En otras, con menos suerte, sí han tenido casos. Toledo se lleva la peor parte, pues en la residencia han fallecido ya dos mayores y 15 permanecen aislados.
Por su parte, Juan Ignacio Vela, presidente de Lares, que aglutina a 600 residencias con el sello del humanismo cristiano, mantiene que le pesa en estos días cuando escucha que se cuestiona a los centros: “Estamos haciendo todo lo que podemos por los mayores”. El religioso de la Cruz Blanca está viviendo estos momentos con especial dolor por los ancianos.
Así, habla de una “situación crítica” en muchas de las residencias, puesto que hay religiosos, religiosas y trabajadores contagiados y los efectivos cada vez son menos. Entre tanto, reconoce que los mayores están dando una lección a la sociedad, porque se mantienen con “una templanza que ya nos gustaría a muchos”.
Vocación de caridad
Desde Valencia, sor Aurelia Cuadrón, superiora del Centro Sociosanitario Nuestra Señora del Carmen de Hermanas Hospitalarias, da cuenta de su actual situación de calma tensa: “Damos gracias a Dios de que estamos bien, pero sabemos que la situación puede cambiar de un día para otro”. No obstante, todas las medidas son pocas, por eso, las religiosas han creado un Comité de Alerta ante el Covid-19 en la Provincia de España.
“Las hermanas, en las residencias, integramos este difícil momento en nuestra vocación de caridad. Unas desde el servicio generoso a los enfermos, incluso en situaciones de riesgo; otras que por edad u otras causas no pueden estar en el servicio directo, intensificando la oración, colaborando en trabajos sencillos como elaborar mascarillas, etc. Por encima de todo confiamos en el Señor que es Padre providente y ‘tiene oído atento a nuestras súplicas’”, explica.